domingo, 15 de febrero de 2009

Viernes 13 (1980)

Ahora que todo el mundo -de este mundo oscuro, tétrico y enfermizo del Terror- está hablando de la nueva adaptación de Viernes 13 a cargo de Marcus Nispel, yo me pegué el gustazo y el pasado viernes 13, yo me vi Viernes 13, la buena, la de verdad, la primera, la del año de la polca.

Reconozco que no he visto la nueva, no la he visto ni sé cuando la veré. La verdad es que no me interesa en absoluto. Porque mientras pueda ver una y mil veces la versión original me daré por satisfecho.



Viernes 13 irrumpió en escena en plena era post Halloween, intentando seguir la estela del hito cinematográfico de John Carpenter que junto a La Última Casa a la Izquierda había cambiado el gusto teen por el cine. Los jóvenes ahora pedían sangre y muertes, emociones, asustarse, y las grandes sagas del típico slasher no estaban más que germinando.

Con Viernes 13 se pretende rizar el rizo de lo expuesto por Halloween un año antes, trasladando el terror del asesino implacable a un entorno aún más aislado y todavía menos controlable que en la peli de Michael Myers. Un campamento a medio rehabilitar parecía una selección arrolladora.

¿Quién no ha pasado miedo de noche en un campamento? Haya visto o no la peli o sus secuelas, ¿quién no ha sentido terror ante la inmensidad de un bosque sombrío?

En Viernes 13 encontramos un grupo de jóvenes monitores que acuden al campamento Crystal Lake, cerrado durante muchos años, para adecentarlo y abrirlo en la nueva temporada. Ahí empiezan las diferencias, las trazas de categoría que distinguen al primer Viernes 13 o al primer Halloween de otros slashers posteriores y en especial del cine de terror de hoy en día: los protagonistas no son gilipollas.

Quitando a un mastuerzo que no hace más que el chorra, la impresión que nos dan estos chavales no es la de unas animadoras hormonadas ni unos pelagatos sin cerebro y con sobredosis de testosterona. Bien al contrario, incluso parecen más adultos de lo que resulta habitual.

Una vez allí, los nuevos monitores irán cayendo uno a uno en las garras de un asesino despiadado y vengativo, empeñado en pagar cuentas heredadas del pasado. En este punto cabe destacar que las escenas de terror, los ataques del asesino, están rodados cámara en mano, ocultándonos la identidad del atacante hasta ese giro final que las posteriores secuelas y la culturilla popular se han empeñado en borrar. Y es que recordemos, que Jason Voorhees no aparece hasta la segunda entrega...






Entrando en aspectos técnicos de la película, mi opinión es que gran parte del encanto de Viernes 13 reside en su cutrez. Proyecto independiente, rodado con cuatro duros e interpretado por actores casi noveles, con una puesta en escena bastante regulera y una banda sonora extrañísima que parece el estertor de un asmático. Y sin embargo, cómo engancha.

Vale que la peli ha soportado así así el paso del tiempo y que mirándola con la perspectiva del hoy en día no da miedo ni sus efectos resultan creíbles, pero no olvidemos que Posesión Infernal tampoco y nadie negaría que ambas son clasicazos.

La prueba es que el remake de Viernes 13 no es un remake, es otra cosa, y que ni siquiera su argumento se parece. La película original, la de Sean S. Cunningham, es tan perfecta en su imperfecta sencillez que incluso hoy resulta difícil de superar.

Y todo eso sin ningún vigardo de dos metros con máscara de hockey y machete ensangrentado.

1 comentarios:

Anónimo,  10 de abril de 2012, 19:32  

Jason Voorhees si aparece en la primera entrega solo que muy poco tiempo, porque aparecen algunas escenas de el ahogándose en el lago, y casi al final de la película aparece llevándose a "alice" de su canoa hacia lo profundo del lago.

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