jueves, 29 de julio de 2010

Por fin llega el Tráiler de Thor!


Teniendo en cuenta que se trata de mi superhéroe favorito, espero que Kenneth Branagh no me deje planchado y esta adaptación de Thor esté al menos a la altura de la calidad técnica y cinematográfica de las dos entregas del Iron Man de Robert Downey Jr.

Después de mucho esperar, con el inicio de la Comic Con de San Diego estamos recibiendo una catarata de imágenes, noticias y por fin tráilers de los diferentes proyectos que la Marvel va a ir estrenando a lo largo del año que viene.


Si el otro día podíamos ver una imagen de famili a de todo el equipo de Los Vengadores, con la primicia de Mark Ruffalo como el nuevo Hulk, y nos enseñaban el mítico escudo del Capitán América en una vitrina, ahora es el turno de una de las noticias más esperadas: el estreno del Tráiler de la ambiciosa adaptación de Thor.



Y para presentarnos su versión del Dios del Trueno no han escatimado en medios, un avance largo que conecta directamente con el guiño final de Iron Man 2, junto con un buen surtido de imágenes.


El tráiler de Thor no está todavía disponible para insertar en blogs externos, así que no lo he podido integrar aquí, pero merece la pena verlo en la web que lo ha publica, junto a las imágenes promocionales y más información.

Para visitarlo pulsa AQUÍ.

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miércoles, 28 de julio de 2010

El Retrato de Dorian Gray. Pues no era tan mala!


Afrontaba esta película un poco desilusionado por varios motivos. Primero, porque después de años y años todavía no he conseguido sentarme a leer la novela original de Oscar Wilde. Segundo, porque me cae como una patada en la entrepierna el caranena de Ben Barnes. Y tercero, porque las críticas y comentarios que había leído no eran precisamente positivos.

Una vez vista, qué digo, devorada la película, puedo afirmar que sigo sin haber leído la novela, pero las otras dos premisas han quedado aniquiladas. Ben Barnes se saca un buen trabajo de la manga, y El Retrato de Dorian Gray, desde luego, no me ha disgustado en absoluto.




Muchos conocemos El Retrato de Dorian Gray, o al menos su argumento, por el incesante goteo de referencias a la mítica novela que durante el último siglo ha calado la literatura, música, cine y arte en general universales. La historia del cínico aristócrata que se resiste a envejecer o padecer gracias al poder que le otorga su maléfico retrato, que es quien sufre las penurias del tiempo en su lugar.

El cuadro es así el reflejo de su alma, corrompida, podrida, una vez descubre el inmenso poder de que dispone. Dorian Gray es el reflejo de las bajas pasiones del hombre, de la libertad descontrolada, de la desinhibición completa. Oscar Wilde nos regaló la visión del hombre despojado de todas sus limitaciones. Un hombre inevitablemente vil y malvado.


En El Retrato de Dorian Gray, película que nos ocupa, el joven Ben Barnes se despoja del áura de guapetón juvenil narniana y se atreve a encarnar la duplicidad moral de este individuo. No es Pacino desde luego ni sienta cátedra precisamente, pero se expone sin miedo al ridículo enfrentándose a un personaje dual y complejo y sabe salir airoso, creo que no pasará a la historia como el mejor Dorian Gray pero realiza un trabajo notable.


La película, sin embargo, es de Colin Firth. Sobretodo en el primer acto de El Retrato de Dorian Gray, el pérfido Henry que dibuja Firth es de esos personajes que traspasan la pantalla. Con una mirada, una sonrisa, sabe convencernos, engatusarnos, llevarnos a su terreno. Entendemos gracias a él la transformación inevitable del joven Gray. Quién no caería en el lado oscuro de la mano de este lord oscuro.


Friki metáforas aparte, El Retrato de Dorian Gray empieza mostrando al joven buenazo desembarcado en un Londres decadente, nos arrastra por la caverna que engulle su alma y nos empuja a las llamas que finalmente la devoran. Y todo con un ritmo y una belleza visual que me ha sorprendido especialmente.


Me ha gustado bastante esta versión libre de Dorian Gray, me ha inquietado más que muchas películas actuales que alardean de Terror y me ha interesado mucho más de lo que esperaba. Estoy pensando buscarme un retratista...

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martes, 27 de julio de 2010

Críticas: Tensión Sexual No Resuelta.


Tenía muchas ganas de ver esta película, desde que vi el tráiler en el cine hace meses, pero resulta que en Lanzarote los dos cines que hay prefieren duplicar las salas de This is it o Prince of Persia que diversificar la oferta. Por fin la he podido pillar y he de decir, que sabiendo a lo que iba, no he podido reírme más alto.

Tensión Sexual No Resuelta es una comedia coral, de las que podríamos calificar como descojone que lo flipas, en la que cabe desde el chiste más chabacano al más mordaz, clavando unos personajes con los que cada uno podrá identificarse y dejando más de una píldora de sátira mordaz por el camino.

En Tensión Sexual No Resuelta encontramos el típico enredo de parejas que tan bien hemos sabido explotar en los últimos años -el recuerdo a El Otro Lado de la Cama es inevitable-, pero en mi opinión mucho más sofisticado, profundo y puñetero que en otras ocasiones. El director nos propone un lío de dimensiones espectaculares, de espionaje y contraespionaje, de dardos envenenados y mucha, mucha mala leche.




El argumento gira entorno a la dulce Celeste, que a un paso del altar descubre los sabores de la mala vida, de mano de un fausto maquiavélico y sensual, la escritora Jazz Romero. Celeste dejará a su novio, el profesor universitario y sobrio Juanjo, acosado por la golfa de una de sus alumnas, para zumbarse al heavy del Nardo. Para descubrir la verdad Juanjo se deja chantajear por el cabronazo de Nico, y todo se enredará hasta que uno deja de tener tan claras las intenciones reales de cada personaje.


Para empezar, el guión de Tensión Sexual No Resuelta está muy bien pensado. No digo que sea El Padrino II, digo que está muy bien rematado. Nos deja ver lo que quiere mientras nos entretiene y nos hace reir en un buen puñado de ocasiones, algunas previsibles y otras de aplaudir con las orejas, pero todas divertidísimas.

Pero donde creo que reside el triunfo de Tensión Sexual No Resuelta es un grupo de actores que se mimetizan con sus personajes, y unos por oficio y otros por rebelarse y hacer el gamberro, sencillamente están sublimes.


Si sólo destaco a Salomé Jiménez o a Norma Ruíz, estaría siendo injusto con el doble papel de Fele Martínez, los tres están sublimes. Pero ojo, el único que se eleva por encima del Nardo descojonante de Miguel Ángel Muñoz es Adam Jeziersky y ese Nico impresionante, divertido y arrebatador. Chaval la peli es tuya.

Entre escenas picantes -Amaia Salamanca se burla de su propia imagen en un par de escenas impresionantes- y piezas de humor descacharrante -Joaquín Reyes vuelve a hacerlo-, Tensión Sexual No Resuelta es una peli para ver varias veces, para echar unas risas con colegas y sobretodo para quitarle hierro a la vida. Da mucho más de lo que parece a simple vista, nada de adolescentes hormonados, nada de American Pie ni Mentiras y Gordas. Tira la caña con bastante buen ojo y busca un público cómplice y adulto que pille las no pocas referencias y sepa de qué le están hablando.


No me voy a saltar la oscura y deprimente reflexión que, aunque sea de forma velada, Tensión Sexual No Resuelta arroja sobre el amor, las relaciones y la dependencia de unos y unas hacia los demás. Interesante punto de vista, tan real como cada uno quiera admitir, sobre cómo el amor nos vuelve gilipollas.

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Críticas: La Herencia Valdemar.


Como mi relación con Lovecraft es la que es, y cada vez que quiero acercarme a él acabo, no sé por qué, leyendo los mismo relatos y a menudo casi rogando porque avancen esas páginas incomprensibles -nunca he disfrutado más con Lovecraft que leyendo La Llave del Abismo, de JC Somoza-, me acerqué a La Herencia Valdemar, mezcla de algunos de sus relatos, con interés.

La Herencia Valdemar es una película de ¿Terror? española. Vale, ya, no dejes de leer por eso. Es española y además aburrida. Jo, espera, dale una oportunidad. Es española, aburrida y está mal interpretada, por no hablar de inconclusa, puesto que espera una segunda parte que estará al caer.

¿Sigues ahí?





La Herencia Valdemar cuenta cómo una agencia de tasación o subastas o lo que sea, recibe el encargo de tasar la mansión Valdemar, que no se sabe, pero debe llevar la tira deshabitada. Han enviado a uno de sus agentes para hacer la tasación pero no ha regresado, así que ahora mandan a otra a que termine el trabajo y de paso averigüe qué le ha pasado al anterior. Cuando ésta tampoco da señales de vida, envían a una especie de detective para que esclarezca por fin el misterio de esa casa. Primero averiguará su pasado. Durante mucho, mucho rato.

Con una primera media hora mal interpretada -la mayoría de los actores, en especial Silvia Abascal, parecen recien sacados del instituto robótico de dicción e interpretación shakespiriana-, pero que al menos presenta cierto misterio y algún sustillo gracias especialmente a la espléndida localización que, como casi siempre, resulta ser una casa abandonada, el resto de la película, y nos ponemos en una hora larga es un tremendísimo coñazo.



Óscar Jaenada, casi convertido en el Dean Corso de La Novena Puerta, es el detective encargado de contactar con los gestores del legado de Don Lorenzo Valdemar y de paso joder la película.

Porque por algún motivo, y no creo que económico porque rodar este paquete en dos partes no les va a dar precisamente más dinero, los responsables de La Herencia Valdemar deciden que la trágica y demoledora historia del matrimonio -estafador chapucero y curiosamente a la vez cuidador de niños, hay que ver, y no quiero hacer sangre con un guión completamente absurdo- nos interesa muchísimo más para entender los posibles sobresaltos que sucedan a Silvia Abascal en la casa.

Así, La Herencia Valdemar se convierte en un lento, aburrido y estupido flashback, cargado de anacronismos y de situaciones incoherentes en el que no pasa absolutamente nada. Lo más interesante, que podrían ser las sesiones de espiritismo barato, se resuelve con un voz en off de un plumazo y el resto es un pestuño de telenovela de sobremesa que ni viene ni va a ningún lado y que perfectamente podían haberse ahorrado poniendo a un personaje actual a explicarlo.


¿Qué pretendían alargando La Herencia Valdemar de esta manera? No lo sé. Dar miedo seguro que no, intrigar, tampoco, ganar más dinero, no por Dios. 13 millones de euros, sin subvención, como tanto repiten, ¿para esto? Uy...

No le veo ni pies ni cabeza a La Herencia Valdemar. Es malísima. Y se parece lo que un culo a una castaña al estilo de Lovecraft. Tanto dinero en producción, diseño, vestuario, ambientación... Pues no se nota. No se le consigue sacar partido al goticismo en ningún momento, más parece una reunión de amiguetes disfrazados de época.


Así que no es que me joda precisamente esperar a la segunda parte para averiguarlo. Se estrenará en cine gracias a Sitges, a la ley de cuota de pantalla y bla, bla, bla. Pero no creo que mucha gente se desviva por verla. Diría que me sorprenden las críticas positivas que he leído, pero no, por desgracia, una vez más, no me sorprenden... Así nos va.

Eso sí, unos títulos de crédito geniales. El que mejor ha currado es el informático.

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Críticas: Báthory, Condesa de Sangre.


Me acerqué a esta película por mi fascinación hacia el mundo de los vampiros. Quería conocer desde hace tiempo a este legendario y oscuro personaje, y entre que me decidía a investigar o no, a leer o no sobre ella, apareció Báthory, Condesa de Sangre y dije, mira, el camino más corto. Menudo error.

Según Wikipedia, Elizabeth Báthory, fue una aristócrata húngara de finales del siglo XVI a la que la leyenda atribuye tremendos crímenes de brujería para los que utilizaba la sangre de las doncellas de su castillo. Es muy interesante leer la biografía de uno de los personajes más carismáticos y oscuros de esa época en la Europa del Este.




Báthory, Condesa de Sangre, la peli que nos ocupa, intenta recrear los hechos históricos conocidos de Erzsébet Batory, desde su matrimonio con el aristócrata Ferenc hasta su declive y decadencia. No dudo que llega un momento en la cinta en que se le va la pinza y empieza a mezclar churras con merinas, pero de entrada no parecía un mal punto de apoyo más o menos histórico.

Lo que sucede es que Báthory, Condesa de Sangre, es tan tremendamente lenta y aburrida que resulta sencillo olvidar que estamos viendo la biografía de un personaje de Terror. De hecho, pese a la tensa actuación de la guapísima Anna Friel, la película pasa lánguidamente por nuestras pantallas sin hacernos suspirar siquiera. Bueno, tal vez de sueño.


Rodada en unos espectaculares decorados que recrean castillos de la época, decide alejarse del personaje real para internarse en la carnaza esotérica y terroríca de la condesa legendaria, pero ni en esos momentos de supuesto Terror Báthory, Condesa de Sangre, roza el aprobado.


Me quedo con las ganas entonces de aprender más sobre este personaje fascinante, por suerte hay un sin fin de literatura y cine al que acudir para ello. Un personaje al que descubrir, y por qué no, incluir en una posible novela.

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Especial Elm St: La Nueva Pesadilla de Wes Craven.


Justo a punto de meternos a ver el remake que de Pesadilla en Elm Street ha perpretado Michael Bay, terminamos en Desde el Sótano el especial monotemático que con tanto cariño y mucha nostalgia nos ha llevado por las diferentes películas de esta mítica saga. Se queda descolgado Freddy vs Jason, pero no perdemos mucho, ni siquiera sé a cuál de las dos sagas que junta hace más daño.

Corría el año 1994 y el supuesto final que Rachel Talalay había dado a Freddy tres años antes en La Pesadilla Final: La Muerte de Freddy había quedado como un oscuro borrón, 3D chapucero mediante, y cierto regumello por no haber dado a la saga un final más a la altura del personaje.

En estas que llegó Wes Craven, cual caballero andante con aburrida armadura, y justo diez años después de dar a luz a Freddy Krueger, regresa a la franquicia para, supuestamente, enterrarlo.





La Nueva Pesadilla de Wes Craven mezcla el agostado y envejecido personaje que ya no da miedo a nadie con un curioso ejercicio de "cine dentro del cine". Gracias a una idea rocambolesca, de estas que sólo se te ocurren en la barra de un bar, a medio palmo de caerte del taburete, Wes Craven se saca de la manga el concepto de Mal, así como nombre propio, de la Entidad malvada de la muerte que a lo largo de los siglos sólo ha existido para putear al ser humano.

Así, tirando de paralelismos incomprensibles como el genio de la lámpara -¿ese no concedía tres deseos?- nos propone que Freddy sería la personificación de ese Mal, y que una vez terminadas las películas sobre su personajes, queda libre para hacer lo que le dé la gana. En este caso, seguir haciendo lo mismo que hacía antes pero en el muno real, porque les ha cogido cariño al gorro y la garra de cuchillas.


El caso es que nos tenemos que tragar que Freddy salta una vez más al mundo real, esta vez real del todo, y se pone a torturar a la propia Heather Langenkamp (Nancy en el original) porque como ella fue la primera que le derrotó en el cine... no será libre hasta que la venza. En serio, este es el argumento, que no me lo invento...

La Nueva Pesadilla de Wes Craven no es más que un fracaso absoluto, uno de los truñacos más gordos dentro de la saga porque además se salta la saga a la torera. Es una película de Freddy sin Freddy, porque éste está más presente en las conversaciones que en la pantalla. Es una película de Terror decayente, donde los esfuerzos de Craven se centran más en crear tensión, en inquietar, pero eso no es Pesadilla en Elm Street, para eso ya hay otras películas.


La Nueva Pesadilla de Wes Craven se reviste de entidad y madurez, pretende llevar a Freddy a un mundo más adulto, donde los niñatos carne de cañón de antaño han crecido y tienen hijos -patético todo lo referente al hijo de Heather, no sé cómo le dejaron actuar tan mal-, pero lo que consigue con ese tono sombrío es aburrir hasta a las ovejas. Las únicas buenas ideas de da la cinta se juntan en los últimos 20 minutos y ni siquiera completos.


Para colmo, Freddy. Gordo, mal maquillado, con una garra ridícula que ya no es un guante sino una especie de amasijo de músculo y huesos terminado en cuchillo, y ni rastro de su irónico humor negro, marca de la casa. Para terminar, me resulta especialmente triste que siendo la última de las peículas, habiendo recuperado a Craven y gran parte del reparto original, habiendo nacido para ser un digno cierre a la saga, tenga los peores efectos especiales con diferencia de toda la franquicia, un desastre de proporciones ridículas que dan vergüenza ajena.

Y así, con el enésimo final de Freddy, terminaba, de momento, la Pesadilla en Elm Street. Hasta que el hechicero sin escrúpulos Bay decidió resucitarla y... veremos.

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jueves, 15 de julio de 2010

Críticas: The Crazies.


Hoy en día, tal y como está el cine, hablar bien de una película resulta más complicado que ponerla a caer de un burro. Parece que si una peli te ha gustado debes justificar los cómos y por qués más aún que si te ha parecido un cagarro. Eso me pasa al sentarme a hablar de The Crazies, tengo la sensación de necesitar casi pedir perdón por recomendarla.

The Crazies es un remake de una antigua película de George Romero que como no he visto no puedo comparar. Así que me centro en lo que he visto y expongo lo que me parece. Y The Crazies no sólo me ha parecido digna y bien hecha -sin ser un desfase en cuanto a perfección narrativa, pero bueno- sino que además me ha satisfecho mucho más que cualquiera de "las de Terror" que haya visto últimamente.




Es una película curiosa esta The Crazies, cinta que, según avanzaba, me iba dando la sensación de tomar prestadas no pocas referencias, casi todas acertadas, y que hasta en el tratamiento de los topicos (topicazos, algunos) y casualidades, por lo visto inevitables, típicas de los guiones de Terror del Hollywood actual, me parece que aprueba con nota.

The Crazies es una más de esas películas de la América profunda, la del pueblo de palurdos, pequeño, cerrado y simple, dónde todo se desmadra de repente. Su primera parte tiene un toque Tiburón que me ha encantado, con ese policía intentando contener una amenaza súbita en contra de las autoridades locales. También se mueve por El Pueblo de los Malditos, La Niebla y tantas otras. Tiene ramalazos de Stephen King y sus novelas más locales. Y un importante zumbido a cine Zombi que no termina ni de arrancar ni de desvanecerse, lo cuál también me ha convencido.



Porque The Crazies se acerca más a 28 días después que a El Amanecer de los Muertos Vivientes, por ejemplo. La infección está mejor justificada, tratada de un modo que hasta parece serio y los enfermos no se comportan como bestias inmundas de la noche a la mañana.

En este sentido la amenaza de The Crazies me ha sonado a mucho más real que en otras ocasiones, tal vez sean cosas mías. Y a ello a contribuído no sólo un muy buen guión -con sus lagunas, qué le vamos a hacer, casualidades "atajo" para no complicarse la vida a la hora de conseguir un susto o evitarlo, y alguna cagadilla, pero pasable-, sino que me ha gustado especialmente el diseño de los tres personajes principales.


Radha Mitchell, reina del Terror reciente desde aquella aparición reveladora en Pitch Black o en la más reciente Silent Hill, no tiene tanto peso en la historia finalmente como apuntaba al principio, y es una pena. Y es que el meollo de The Crazies lo desmadejan los dos policías. Timothy Olyphant, al que no tengo demasiado afecto pero que en este caso debo alabar su perfecta integración con el personaje del sheriff. Y el joven Joe Anderson, que tanto sirve para caer bien como para parecer un gili integral y hasta dar miedo. Muy bien los tres.


En definitiva, The Crazies me ha gustado. Me ha hecho saltar un par de veces y tiene varias escenas de puro Terror muy destacables. Pero por encima de todo, me ha parecido tan respetuosa con el género y el público -nada fácil por lo que vemos hoy en día- que me he animado a perdonarle algunas piruetas en el guión que podían haberse ahorrado, o trabajar un poco más, sobretodo en el tramo final.

Un final, por cierto, un irónico desenlace que podría encajar en cualquiera de mis relatos. Jeje.

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martes, 13 de julio de 2010

Juegos de Terror: Silent Hill


Nuestro blog cumple como tal poco más de dos años. En su origen, era un blog destinado a mis tres grandes pasiones: el cine, la literatura y los videojuegos -la música y las mujeres están muy por delante de ellos, necesitaría más que un blog para analizarlas y, bueno...-, un lugar donde comentar lo que me gusta y lo que no. Pues bien, siempre fui aplazando el ponerme a hablar de los juegos porque, a diferencia de un libro o una película, suelen ser tan largos y complejos que recordar las impresiones que me causaron es tarea muy, muy difícil.

No empecé del tirón con el más importante, para mí, de ellos, Silent Hill, porque primero tuve la intención de hablar de los videojuegos que me han gustado en orden cronológico de su publicación, no sé por qué me dio por esa tonteria, y pretendía empezar con Alone in the Dark, como suerte de origen de los juegos de Terror. Pero qué va, cada vez que pienso en empezar esta sección mi mente tira irremediablemente hacia el videojuego que me abrió las puertas, me encendió las luces y me volcó en la escritura: el grandísimo Silent Hill.


¿Cheryl? ¿Is that you, Cheryl?




Como sabéis este no es un blog de crítica sesuda, vamos, que ni soy crítico ni mi criterio debe importaros un bledo, sólo doy opiniones de lo que me han parecido las cosas, opiniones que demasiado a menudo tienen que ver más con mi estado de ánimo, me temo.


Recuerdo haber "pirateado" el Silent Hill, el primero, cuando a la Play 1 todavía se le podía trucar el chip o no sé qué, y haber pasado las horas más emocionantes, tensas y divertidas de toda mi vida delante de una pantalla y con un mando en las manos. No lo he vuelto a experimentar ni con otras secuelas de la saga, probablemente mejores.

Ya conocía los juegos de Terror pero no me esperaba el latigazo de pavor que me transmitió este juego, este Harry Mason solitario deambulando entre la bruma en busca de su pequeña hija perdida. Recuerdo el haz de luz de su diminuta linterna, sus jadeos al correr, su taconeo en medio del silencio... Hasta que los ladridos alocados lo interrumpen.


En el primer Silent Hill Harry es un tipo que tras sufrir un accidente de coche despierta y descubre que su hija Cheryl ya no está a su lado. Siguiendo el único camino que la carretera le permite, entrará en un pueblo oscuro, silencioso, aparentemente abandonado, donde tras cada esquina y tras cada puerta se esconde el mayor de los peligros.

Recuerdo cómo Silent Hill me tenía atrapado simplemente con su atmósfera, sólo con ese halo de perfecta película de Terror, con esa banda sonora sublime y espeluzante. Recuerdo haberme enamorado perdidamente de la rubia agente de policía -¿cómo puedo haberme olvidado del nombre precisamente ahora?-, pero desde luego me conquistó cuando tras determinado giro de guión el mundo se convierte en inframundo y comienza la verdadera pesadilla.


Ese cambio de escenario, de realidad, que introdujo en los juegos de Terror Silent Hill no sólo duplicaba sus posibilidades, ofreciendo Pánico visual y objetivo a un título que hasta entonces basaba su genio en la tan lograda ambientación y en el miedo más psicológico que verdaderamente físico. Conseguía, además, enriquecer de un modo inigualable las posibilidades creativas en cuanto a los personajes a introducir, a los efectos visuales, a la complejidad de los puzles.


Silent Hill fue puesto a la venta en 1999 y ha tenido muchas secuelas y una película. No he dejado escapar ni unas ni otra y siempre he quedado satisfecho. Ahora bien, puedo decir con orgullo, y que no se atienda a la cursilería, que las muchísimas horas pasadas a oscuras en el suelo de mi habitación, con la espalda contra la cama y el corazón palpitando en la garganta, cambiaron mi vida.

Cada vez que alguien quiera escribir un relato o novela de Terror y no encuentre el tono, que juegue al primer Silent Hill. Si consigue llegar a la mítica fase del Tiovivo... Tendrá media novela escrita.

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lunes, 12 de julio de 2010

Críticas: Solomon Kane


Espada y Brujería... Cuánta bazofia cabe entre estas dos palabras. Después de una época horrible para el fantástico, incluyendo sodomías tales como la adaptación de Dragones y Mazmorras, empiezo a pensar que uno de los géneros más prolíficos e inagotables, al menos en lo referente a literatura, rol o videojuegos, está finiquitado para el cine.

Y no es que Solomon Kane sea una mala película, lo digo desde el desconocimiento total del cómic en el que se basa y que intentaré conseguir, es que quitando algunos minutos de verdadera acción y magia por todos lados, el resto es un peregrinar manido e irrelevante por el lado más soso y triste de un personaje del que sin duda se puede sacar mucho más.



No me ha quedado claro si Solomon Kane es un mercenario, un bandido, un capitán pirata. No sé por qué empieza peleando contra demonios pero en realidad parece malo pero no lo es, es que el mundo lo ha hecho así. No sé por qué le largan los monjes al carajo, si no hace ni ruido allí, y no sé por qué matan a los peregrinos para robar a una pava que luego en verdad no la querían más que por ser virgen, que ya es reviro de mierda en este guión que firmaría un niño de seis años que haya visto, eso sí, las más típicas películas de este estilo.


Porque desde Conan al Señor de las Bestias pasando por tantas y tantas profecías, maldiciones y brujos de distinto pelaje, nunca nos habíamos encontrado con un chaval que sobreviva a la caída de un acantilado y encima crezca de tamaño y musculatura, se convierta en medio brujo y reparta unas castañas increíbles.

En poco más que en eso y algún demonio encerrado en un espejo, no se sabe por qué, resida la Espada y Brujería de Solomon Kane, película que roza el aburriento y sólo por la adrenalina final escapa de él, aunque no del delirio casi ridículo.


Aún así, como pretenden convertir el personaje en una saga -lo llevan crudo-, igual tendremos más oportunidades de averiguar más de este héroe-antihéroe que no tiene poco potencial.

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