lunes, 21 de marzo de 2011

Críticas: The Town, ciudad de ladrones.


Me gusta cómo dirige Ben Affleck. Me gusta que siendo un tío famoso, que podría vivir de su físico, de su aspecto, y convertirse en un héroe de acción, en un cruel ejecutivo o en un romanticón conquistador -no pongo nombres a cada uno de sus colegas de generación-, este pavo se arriesga a ponerse tras la cámara y, por ejemplo, regalarle a su hermano Adiós, pequeña, adiós, o como en este caso atreverse a defender delante de ella también un thriller policiaco como The Town.

Pues me parece que llevando los mandos Ben Affleck es un cacho más hábil y solvente que cuando actúa. Ben sabe dirigir y eso se nota en The Town. Buena elección.




Según nos cuenta el inicio de The Town existe un barrio en la ciudad de Boston, Charlestown, con el dudoso honor de ser el criadero más productivo de asaltantes, cuatreros y ladrones de bancos. Uno de ellos, Doug, está más harto que el resto de esa vida y empieza a plantearse abandonarlo cuando se enamora de la directora de sucursal que acaba de secuestrar. Cosas del amor.


Ben Affleck no es Michael Mann, ni Martin Scorsese ni tampoco Clint Eastwood, pero le echa valor y oficio. Se propone ralizar un producto sólido, sin artificios, sin trucos espectaculares de nueva estrella ni con ademanes divos de flipado de la tecnología. Su opera prima lo era y The Town lo es, un ejercicio sobrio de cine negro, de drama a pie de calle con buenos personajes, buenas línes y una cámara firme.

Le queda mucho que aprender, por supuesto, pero precisamente destaca que se nota cómo lo asume, lo acepta, y sirve con humildad el mejor Heat o Uno de los nuestros que es capaz de hacer ahora mismo, con sus fallos y virtudes, con lo que sabe.


The Town, inevitablemente, descansa en su director y actor principal, y de he de decir que en las dos facetas el chico cumple. Sólo espero y deseo que mantenga esa progresión y dé la razón a los que confiamos en él en ambos casos.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

Resident Evil: Ultratumba.


Pocos jugones de mi generación, más puretilla de lo que parecemos, habremos olvidado la revolución que supuso para el videojuego la irrupción de Resident Evil. Un paso más para Alone in the Dark, mejores historias y ambientación que en los típicos mata-mata de mitad de los noventa. Resident Evil venía a inaugurar un género, el del Survival Horror, que hoy en día es algo así como fundamental para sostener la industria consolera.

Bien, por calidad y repercusión, entonces, Resident Evil pedía a gritos una película. Pedía su salto al cine pero me temo que en ningún momento precisaba la creación de una saga, de una cadena de despropósitos cinematográficos que culmina con esta imposible Resident Evil: Ultratumba.




Cuando el octavo día Dios inventó el 3D, no debió imaginar que aupándose a la moda ibamos a tener que sufrir el resurgir de sagas más que acabadas. ¿Qué número de Resident Evil hace el Ultratumba? ¿Puede ser el cuarto? Me da pereza buscarlo.


En cada uno de los episodios los responsables de trasladar el videojuego a la pantalla han buscado con mayor o menor ahínco las referencias a su mítico título, siendo la primera la que, mal que bien, menos se cagaba en su santo padre. La segunda siguió la estela con la introducción de algunos personajes reconocibles mientras que la tercera se lo pasó todo por el forro a la vez que desquiciaba el personaje principal de Alice (Milla Jovovich).


En esta cuarta nos dejan intuir más o menos el poder del famoso virus para que nos creamos la aparición de monstruos directísimamente sacados de la consola y nos permiten disfrutar dos guiños nostálgicos a la saga: el reencuentro de Cris y Claire Redfield (Ali Larter, por favor, cásate conmigo) y el pétreo y fuera de contexto Wesker, ya era hora, jeje.

Por lo demás Resident Evil: Ultratumba sólo busca mostrar nuevas piruetas, fliparlo con el 3D y dar un paso más hacia la esencia del videojuego. El resto es un guión inverosímil y una desperciada calidad de su reparto en aras del espectáculo gore de andar por casa.

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sábado, 12 de marzo de 2011

Críticas: TRON: Legacy.


Bueno, cuando una película se hace tanto de rogar, cuando es tan esperada y cuando casi se convierte en leyenda urbana, puede pasar que una vez se estrena no cumpla las espectativas (¿verdad, George Lucas?).

Tron (1982) se ha ido con los años posicionando como clásico de la ciencia ficción y la fantasía, de manera que la noticia de una posible secuela levantó durante casi dos décadas toda clase de rumores, noticias e ilusiones. Bien, TRON: Legacy es la respuesta de la Disney a tanta espera pero desde luego no cumple con la única misión que tenía encomendada: dejar buen sabor de boca a los fans de su predecesora.




TRON: Legacy lo tenía complicado, es cierto. Pero también partía con la ventaja de tener el éxito en taquilla medianamente asegurado por lo que sólo se tenían que preocupar de idear una buena trama, explicar el por qué del retorno a ese universo y sus míticos personajes y aprovechar al máximo los nuevos efectos digitales que en el año en que produjeron Tron no podía ni imaginar.


En mi opinión raya el suficiente en cada una de esas facetas pero en ninguna llega al notable raspado.

Es una película entrenida, TRON: Legacy, especialmente en un arranque dinámico -después de la escena inicial con el retorno digital y nostálgico de un joven Flynn- y espectacular, pero después decae justo cuando más emocionante debería resultarnos, que es una vez regresamos al mundo cibernético. Cuando el milagro de rejuvenecer a Jeff Bridges deja de impresionar y nos explican una rocambolesca historia informático-metafísica y un argumento que roza lo ridículo.


Parece que la necesidad de retomar Tron era inexcusable pero no da la impresión de que supieran exactamente cómo hacerlo. Aquellos que busquen en TRON: Legacy una continuación lógica a la altura de la primera probablemente se lleven un chasco, y aquellos que sólo quieran pasar un rato entretenido se quedarán a medias.

Lo mejor, claro, sale Jeff Bridges. Lo peor, claro, no sabe uno para qué.

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viernes, 11 de marzo de 2011

Críticas: Los Mercenarios.

Sin terminar de quitarme la sonrisa boba, sin atreverme a analizar en serio lo que acaba de pasarme, tengo que confesar que he disfrutado de lo lindo con esta estupidez de Los Mercenarios. Es que si lo pienso y admito que no he parado de reír y asentir durante toda esta sarta de gilipolleces, todo este desfile de adrenalina, pólvora y chulería, podría darme algo a mis años, jeje. ¡Pero como molan The Expendables!

Cuando yo era un crío no había en casa películas de miedo, por Dios, a mi madre podría darle algo y mi padre no fan para nada del Terror, pero lo que sí había, y a espuertas, era cine de acción. Los que crecimos viendo a Schwarzenegger derrotando él sólo a un capullo dictador, los que vimos a Bruce Willis dinamitar rascacielos, aeropuertos o lo que haga falta, los que vimos a Stallone repartir galletas con gafas de sol y pitillo entre los labios, teníamos que disfrutar con Los Mercenarios.



Porque ya no hay cine así, claro que no, lo hay mucho mejor. Porque la somanta hostias está pasada de moda. Porque no tiene argumento, ni pies, ni cabeza, ni un mínimo de sentido artístico. Por todo eso y más, Los Mercenarios es el peliculón de la generación ochentera.


Sylvester Stallone, con una sensibilidad como escritor que ha demostrado no pocas veces, y sabiendo asesorarse por los especialistas indicados para cada ocasión, con un toque de humildad tras la cámara que compensa con un protagonismo estelar entre tanto cazurro hipermusculado delante de ella, ha sabido de nuevo recordar aquellos años esplendorosos del cine de guantazos y explosiones con un producto actual, fresco y desenfadado, que aprovecha los recursos digitales para incrementar esa sensación, esa espectacularidad infantil y malsana, pero no para rodar una película diferente a la que hubiera rodado hace veinte años.


Se erige en padre, casi mentor, de una generación de héroes de acción que le deben mucho más que su sueldo y sus grandes mansiones, a él y a los otros dos mitos de uno contra todos, Willis y Arnie, uno en su cameo desacreditado de costumbre y el gobernador en un guiño amable y desahogado que sólo puede hacer sonreir.


Los Mercenarios no es una buena película, como tampoco lo es su mensaje, ni mucho menos su argumento, ni su narración, ni busquemos actuaciones recordables, a pesar de que Sly le cede al oscarizado Rourke un momento especial sólo para él. No, Los Mercenarios consiste simplemente en apagar la función cerebral de valorar lo que estás vieno, coger un puñado de palomitas tras otro y gritar con las explosiones.

¡Como con ocho años otra vez!

Eso sí, una vez termina niega todo lo anterior. ;)

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jueves, 10 de marzo de 2011

Críticas: Tron (1982)

En el momento de su estreno, 1982, Tron no fue bien acogida. Críptica y confusa incluso hoy para muchos, su temática tecnológica, su lenguaje informático, alejan a una gran parte de espectadores que no terminan de encajar cada término en su lugar. No negaré un curso acelerado de léxico técnico cada vez que la veo, pero no puedo más que reconocer que una vez colocada cada pieza en su sitio Tron no sólo se comprende sino que además se disfruta.

Para mí es mucho más sencillo verla ahora que hace unos años, cuando "palabros" como control central, programa o torre input/output era meros jeroglíficos, y he que decir que cuanto más la veo mejor me lo paso con ella.



Jeff Bridges es el programador Flynn, uno de sus papeles más recordados y que apuesto no entendió en absoluto. En su empeño por demostrar su autoría en uns famosos videojuegos intenta sin éxito infiltrarse en el ordenador central de la empresa en la que trabajaba pero éste no está dispuesto a permitírselo y con un rayo digitalizador tirando a fantástico lo mete dentro de la computadora.


Con esta premisa Tron nos sumerge en un humanizado mundo informático en el que los programas, virus y antivirus están representados por hombres y mujeres y donde la desaparición o no de un programa, la papelera de reciclaje, vamos, es la mítica rejilla de juegos.

¿Quién no ha visto o jugado alguna vez con esas motos y su estela de colores? ¿Quién no ha levantado sobre su cabeza un disco volador? Con el paso de los años Tron ha conseguido un reconocimiento y una reputación que la alzan al rango de clásico de la ciencia ficción hasta el punto de dar lugar a una secuela, rumoreada durante años, que se acaba de estrenar.


Tron es más que una cinta de aventuras, encierra una reflexión filosófica, metafísica, sobre el destino, la tiranía, la existencia de un ser superio y la lucha por la libertad. Visualmente revolucionaria, innovadora y fuera de todo lo conocido entonces, en su marginación y relativo fracaso encontramos hoy su singularidad.


Tron es, de puro derecho, una película de culto, más allá de recaudaciones o secuelas. Un título imprescindible en el que descubrir mucho más que una frikada de bits y circuitos.

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miércoles, 9 de marzo de 2011

Especial SAW: Saw VII, Saw 3D, me da lo mismo.


Hace unos meses cometí una de las locuras más divertidas, inútiles y estupidas de las que puedo alardear en mi vida, y fue ventilarme de un tirón las seis entregas de la saga SAW estrenadas hasta entonces. He de reconocer que mi estómago ahora es un poco más duro y que las pesadillas a la hora de dormir me dan risa. Es más, el otro día fui a la carnicería y el pedazo de hígado expuesto no me dio asco ni nada. Principiante, pensé, mirando de reojo al ensangrentado carnicero.

Ayer pude ver la última película de la familia, Saw VII o Saw 3D, ya lo no sé cómo llamarla, la que parece que cierra la saga, si bien en ocasiones anteriores todo parecía tanbién cerrado y hemos seguido hasta hoy disfrutando sus delicias.

Esta última Saw es un petardo.



Pocas veces una película carece tanto de argumento, hilo narrativo o interés cómo esta Saw 3D. Es decir, argumento tiene, con algo hay que rellenar los apenas 80 minutos que dura, pero es una trama prácticamente ajena a todo lo anterior, un anexo sacado de la manga al resto de la saga para poder terminar de desvelar caretas, sorpresas y giros de guión.

Esta última Saw intenta atar todos los cabos posibles, aunque para eso deba introducir nuevos maniquíes que presentar, desarrollar y trocear en la misma película. Intenta dar explicación a las dudas que pudieran quedar respecto a ese asesino que no mata, que encuentra motivos para obligar a los demás a torturarse y que de vez en cuando la cada. Un asesino, Puzle, al que ya no se le podía sacar más punta, toda vez que lleva muerto no sé ni cuántas películas.

Saw VII es la más burra de todas las que recuerde, al menos la más gratuitamente explícita, sin duda para aprovechar el 3D, pero desde luego también es la más vacía, simple y falsa de todas.


Con la fórmula más que agotada, sabiendo que cuanto más enrevesada sea la trampa más seguro es que nos van a mostrar su efecto, Saw 3D limita la sorpresa a los giros radicales de guión, marca de la casa, y a un montaje trepidante y confuso que le quita todo el posible suspense que tenían las primeras entregas.


Con todo, no aburre, imposible con semejante carrusel de atrocidades, pero no merece el dinero que vale la entrada. Vedla en casa antes de que os obliguen a pagar por ver mierdas como ésta.

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martes, 8 de marzo de 2011

Críticas: Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte (Parte 1).


Bien, tenemos a Harry Potter fuera de Howgarts por primera vez, al menos una novedad, aunque eso no quiere decir que sea mejor película que las anteriores. Más bien al contrario, igual que otras veces, si a estas películas del niño mago le quitásemos gran parte del metraje ajeno a la trama Voldemort sería muchísimo más entretenida.

Desde mi punto de vista toda la saga adolece de eso: nos lo pasamos pipa con las aventuras de los magos y su lucha contra las fuerzas oscuras pero nos aburrimos a muerte cuando nos cuentan, durante largas e insípidas escenas de transición, ese plano y trivial discurrir de sus relaciones personales.

Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte sigue la tendencia de las últimas tres películas, una interesantísima trama de suspense, de conspiraciones y misterio, tropezada cada vez más por esos ramalazos "Al salir de clase" que ralentizan el ritmo, distraen la atención y confunden personajes.


Entiendo que hay que contar eso también, desde luego forma parte de la saga, es condimento también del Harry Potter literario y que tanto cine como novela van enfocados a un público que busca eso también, pero opino igualmente que en el cine es más fácil dormirse si nos aburren con chorradas. El libro lo aparco y sigo mañana, la peli puede convertirse en insufrible.

Pero hablando de Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte como película, encontramos un guión irregular, una trama dilatada al máximo y una encadenación de estupideces como no recordaba en ninguna otra película de la saga: casualidades a mansalva, patochadas sacadas de la manga, nunca mejor dicho, personajes que entran y salen, por importantes que parezcan -"no, es que el jefazo ese de los magos que acaba de salir, te ha echado una bronca solemne y lo interpreta un actorazo, acaba de morirse, fíjate"-, despachados en un plis plas con dos líneas de diálogo, una cantidad vergonzosa de incoherencias aderezadas con una salsa de celos y acné que no viene a cuento.


Tenemos a Harry Potter la mayor parte del tiempo fuera de la escuela, conociendo mundo, vamos. Y eso de entrada un trillón de preguntas, al menos a mi cabecita obsesionada por no dejar cabos sueltos y fingir que todo es creíble: ¿en qué época vive esa gente? ¿Hay coches modernos en Londres, hay super noria pero no hay televisiones, Internet, móviles? ¿Por qué Harry y sus amigos se pierden una y otra vez? ¿Por qué no sacan el iphone y se llaman? ¡No están en la escuela, pueden ser gente normal! De todos modos los guionistas, directores, la escritora o la divina providencia resuelven estas dudas por mí: se encuentran y llegan a sus destinos por sus santos cojones.


Se me había olvidado que como es para niños se les puede considerar tontos.

En fin, que sólo queda un capítulo para que termine esto y han esperado a la séptima película para abrir una nueva línea argumental, encima, fundamental, la de que todo el caldo tenía que ver con encontrar unas reliquias. Siete películas para esto. Bueno, que ya queda menos.

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sábado, 5 de marzo de 2011

Críticas: El Último Escalón. Magistral.

Ahora quiero que imagines que estás en una enorme sala de cine.

Hace ya una década, que se dice pronto, cuando fui al cine a ver El Último Escalón no tenía ni idea de que la dirigía David Koepp, guionista de renombre entonces, ni que se basaba en una novela de Richard Matheson, autor de culto en el género de Terror. Sólo iba a ver a Kevin Bacon en una de miedo y eso ya era suficiente para entrar en la sala con una sonrisa.

Cuando salí del cine estaba alucinando, El Último Escalón me había encantado.

No tardé en buscar en la librería la novela original de Matheson, quería saber más, y me llevaría cierta decepción al comprobar que se parecía a la peli de Koepp lo que un higo a una castaña. Una sensación agridulce porque aunque la novela, de uno de mis autores favoritos, me pareció un paquete, siempre me quedaría la película, que para mí rayaba la perfección.



Desde entonces la he visto muchas veces, una de mis pelis de Terror de cabecera. Y he de decir que El Último Escalón resiste el paso del tiempo mucho mejor que muchas de las cintas de miedo más actuales. Esta es mi opinión, pero afirmo que la adaptación de Koepp de una novela tirando a floja da como resultado un thriller espectacular.


Para empezar, el tuneo de la trama me parece sublime. El Último Escalón, a pesar de un aspeco visual que muchos hoy considerarían pasadísimo de moda -tal vez en él resida gran parte de su realismo y cercanía-, enlaza un argumento mucho más actual que el de la novela, sabe acercarse al mundo "real" especialmente a través de unos personajes tan normales y cotidianos como cualquiera de nosotros.

Las actuaciones me parecen, en general, más que aceptables, reforzando ese cuidado realismo del que depende toda la película. Kevin Bacon está perfecto y Kathryn Herbe tal vez mucho más próxima y empatizante que de haber utilizado a una actriz más conocida. Los secundarios, en especial Dunn y Douglas, no desentonan.


Y el Terror. El Último Escalón me parece una de las películas más terroríficas que haya visto. Con momentos antológicos y secuencias grabadas ya en los anales del cine de este género, tan sorprendentes y logradas que consiguen el sobresalto siempre, cuando no incomodan, inquietan, te hacen revolverte y afirmar que jamás dejarás que un aficionado te hipnotice.
Y esa canción... Mi novela Noctámbulo le debe algo a El Último Escalón.


Han pasado diez años, pero si pienso en poner una película para asustar a alguien pienso en El Último Escalón.

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