viernes, 11 de marzo de 2011

Críticas: Los Mercenarios.

Sin terminar de quitarme la sonrisa boba, sin atreverme a analizar en serio lo que acaba de pasarme, tengo que confesar que he disfrutado de lo lindo con esta estupidez de Los Mercenarios. Es que si lo pienso y admito que no he parado de reír y asentir durante toda esta sarta de gilipolleces, todo este desfile de adrenalina, pólvora y chulería, podría darme algo a mis años, jeje. ¡Pero como molan The Expendables!

Cuando yo era un crío no había en casa películas de miedo, por Dios, a mi madre podría darle algo y mi padre no fan para nada del Terror, pero lo que sí había, y a espuertas, era cine de acción. Los que crecimos viendo a Schwarzenegger derrotando él sólo a un capullo dictador, los que vimos a Bruce Willis dinamitar rascacielos, aeropuertos o lo que haga falta, los que vimos a Stallone repartir galletas con gafas de sol y pitillo entre los labios, teníamos que disfrutar con Los Mercenarios.



Porque ya no hay cine así, claro que no, lo hay mucho mejor. Porque la somanta hostias está pasada de moda. Porque no tiene argumento, ni pies, ni cabeza, ni un mínimo de sentido artístico. Por todo eso y más, Los Mercenarios es el peliculón de la generación ochentera.


Sylvester Stallone, con una sensibilidad como escritor que ha demostrado no pocas veces, y sabiendo asesorarse por los especialistas indicados para cada ocasión, con un toque de humildad tras la cámara que compensa con un protagonismo estelar entre tanto cazurro hipermusculado delante de ella, ha sabido de nuevo recordar aquellos años esplendorosos del cine de guantazos y explosiones con un producto actual, fresco y desenfadado, que aprovecha los recursos digitales para incrementar esa sensación, esa espectacularidad infantil y malsana, pero no para rodar una película diferente a la que hubiera rodado hace veinte años.


Se erige en padre, casi mentor, de una generación de héroes de acción que le deben mucho más que su sueldo y sus grandes mansiones, a él y a los otros dos mitos de uno contra todos, Willis y Arnie, uno en su cameo desacreditado de costumbre y el gobernador en un guiño amable y desahogado que sólo puede hacer sonreir.


Los Mercenarios no es una buena película, como tampoco lo es su mensaje, ni mucho menos su argumento, ni su narración, ni busquemos actuaciones recordables, a pesar de que Sly le cede al oscarizado Rourke un momento especial sólo para él. No, Los Mercenarios consiste simplemente en apagar la función cerebral de valorar lo que estás vieno, coger un puñado de palomitas tras otro y gritar con las explosiones.

¡Como con ocho años otra vez!

Eso sí, una vez termina niega todo lo anterior. ;)

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