lunes, 29 de noviembre de 2010

Críticas: Sleepy Hollow. Magia, pura magia.


Tarde de tormenta, tarde oscura, tenebrosa. Relámpagos y truenos. Lluvia gris y niebla densa. Es mi pueblo, en Lanzarote, pero me devuelve nítidamente a uno de los momentos más mágicos y reveladores que jamás haya vivido en un cine: la noche que visité por primera vez la aldea de Sleepy Hollow.

Por supuesto había disfrutado de los destellos de genio oscuro de Tim Burton desde aquel Batman que me impresionó al salir del cine o su segunda parte, aún más fascinante para mí. Había alucinado con Beetlejuice y desde luego con la evocadora Eduardo Manostijeras. Pero lo que significó para mí Sleepy Hollow ninguna otra película lo ha rozado.




Bosques en bruma, silencios aterradores, ramas retorcidas, jinetes sin cabeza.... El compendio de todo lo que el terror gótico puede ofrecer lo reúne la leyenda de Sleepy Hollow que en 1999 Tim Burton adaptó al cine con un acierto y un estilo que luego no volvía encontrar en ninguna de sus producciones.


Ensalzando la estampa icónica del jinete sin cabeza, de la maléfica calabaza de Halloween ardiendo, Burton dibuja un cuento de terror victoriano encantador por los cuatro costados. Con un diseño de producción marca inequívoca de la casa y una banda sonora sublime, Sleepy Hollow es, para mí, ya todo un clásico.


Johnny Depp se mueve como pez en el agua en su atolondrado personaje diseñado a medida para él. Ese policía escéptico entregado a las nuevas tecnologías forenses de la época enfrentado sin quererlo a un misterio para el que las leyes de la ciencia que adora no tienen explicación. Los crímenes en cadena de una serie de aldeanos decapitados por un jinete endemoniado que les roba las cabezas.


El guionista Adrew Kevin Walker, autor también del guión de Se7en, recoge una leyenda inmortal y pone en las manos de Burton un mito del cine. Sleepy Hollow significa para un servidor un paso más en el arte de imaginar, de contar cuentos de terror y divertir causando miedo.

Lástima que el Burton de Sleepy Hollow se debió perder entre la bruma.



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Críticas: El Libro de Eli. Amén.


A ver por dónde empiezo a trocear este misal convertido en película, porque realmente no hay mucho bueno que decir de ella. Al comentar El Libro de Eli es fácil caer en el spoiler, lo cual no sé si en este caso sería un pecado capital, digno de un castigo divino... ¿Se nota que acabo de terminar de verla?

Como los caminos del Señor son inexcrutables y sólo aquél que tiene Fé encontrará la Salvación, Eli es un pavo tirando a soso que patea unos Estados Unidos pasados por el filtro Mad Max convencido de que una voz interior le ha animado a rescatar un libro, El Libro de Eli, claro, que siginifacará el resurgir de la esperanza para una humanidad sumida en un desierto de luz y sed posapocalíptica.





Denzel Washington, hipercatólico confeso, es el tal Eli, y en su doble faceta de megaestrella y productor, supongo que con fines benéficos, claro está, nos regala este pastiche que deja de ser interesante al cuarto de hora y que entre su lentitud y su rancísimo mensaje ultrareligioso termina por aburrir hasta a las ovejas.


Los hermanos Hughes ya me aburrieron convirtiendo en trivial una pedazo de novela gráfica sobre Jack el Destripador en Desde el Infierno, pero lo que hacen con El Libro de Eli es directamente finiquitar su carrera. Por prestarse al panfleto demagógico perpetrado por Washington y su guionista Gary Whitta y por ni siquiera ser capaces de hacer de él una peli entretenida que al menos nos hiciera olvidar tan anacrónico mensaje.

Quitando un diseño de producción logradísimo, pero que termina por empalagar, con esos tonos sepia exagerados por momentos, y una fotografía a menudo resultona, ni las actuaciones ni las situaciones de El Libro de Eli merecen ningún tipo de mención.


Previsible desde casi el inicio, sólo alguna pincelada en las escasas escenas de acción y algún que otro decorado te hacen levantar la ceja durante el sermón pasado de rosca que supone El Libro de Eli, cuyo final mesiánico ya termina por revolver el estómago de cualquier ciudadano del siglo XXI con dos dedos de frente.


Por momentos recordaba con una sonrisa La Llave del Abismo, de José Carlos Somoza, como una posibilidad realmente escalofriante.

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sábado, 13 de noviembre de 2010

Críticas: Predators.


Reconozco que cuando me enteré de que Robert Rodríguez iba a producir una nueva versión de lo que para mí es uno de los grandes clásicos de la Ciencia Ficción y del cine de Acción, Depredador (1987) lo primero que sentí fueron arcadas. No porque dudase de la capacidad de Rodríguez para afrontar un proyecto serio, que también, sino sobretodo porque después de las judiadas que le han hecho a este peliculón con su talonario de secuelas, una más no me hacía augurar nada bueno.

Robert Rodríguez decidió no ponerse tras las cámaras, sino cederle el honor al bueno de Nimród Antal, del que no me disgustó del todo Habitación sin salida, y tal vez por eso Predators me haya resultado menos castaña de lo que esperaba y un acercamiento casi válido a mi adorado film de Schwarzenegger.




De todas las aproximaciones al fenómeno que supuso Depredador en los ochenta, ninguna había conseguido rozar siquiera su calidad ni su espíritu. Una, la primera secuela, porque su traslado a la gran ciudad eliminaba de raíz el principal encanto de la original, la ambientación claustrofóbica y agobiante de la jungla sudamericana. Las demás, despropósito que lo mezclaba con Alien, ya no eran películas sino experimentos vergonzosos.

El Predators de Rodríguez y Antal, he de reconocer, no me ha dado tanto asco como las anteriores secuelas, de hecho, lo he disfrutado casi a gusto, agradeciendo los guiños y homenajes al Depredador de John McTiernan, viviéndolo como una certera secuela que pretendía sinceramente entroncar con aquélla.


Por desgracia, las semejanzas con su antecedente se quedan en el regreso al entorno selvático y a una constante referencia a la famosa misión encabezada por el sargento Dutch, porque una vez Predators se pone en marcha como película independiente con principio y fin en sí misma, es decir, cuando deja de frotarse con la peli original, demuestra que por buenas intenciones que se tengan no se garantiza el saber hacer una buena película.


Con una trama confusa y tirando a estúpida y previsible, no diré que Predators es mala, simplemente, no contiene nada digno de recordar. Un Adrien Brody pasado por el taller de Chuck Norris, un Laurence Fishburne insustancial, y una serie de secundarios accesorios, especialmente Danny Trejo, al que Rodríguez no respeta como intérprete a pesar de regalarle Machete poco después.


En definitiva, Predators supone un esfuerzo que agradeco por honrar la película original pero vuelve a quedarse tan lejos de ella, tan lejos de ser un buen entretenimiento siquiera, que no puedo evitar preguntarme qué necesidad hay de seguir torturando a uno de los villanos más carismáticos del cine de acción reciente.

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Vampire Girl vs Frankenstein Girl.


Parece mentira que después de años intentando ver buen cine, te llegue un día en que lo que más te apetece es ver una chorrada, a ser posible como un piano, que ta arranque una sonrisa y te ayude a desconectar de los rompecabezas cotidianos.

El estrés, la maría, un aburrimiento pertinaz o una falta de neuronas, son buenas razones para sentarse a ver un truño como Vampire Girl vs Frankenstein Girl.



No es necesario darle caña a esta película en foros como cinecutre o similares, la peli es mala de cojones porque así fue creada y parida, pero dentro de su género, el japo descerebrado y exagerado, Vampire Girl vs Frankenstein Girl no es sólo una locura original sino hasta divertida.

Las tonterías que se les ocurren a algunos guionistas japoneses no tienen límite ni medida. Vampire Girl vs Frankenstein Girl cuenta la historia de una joven estudiante recién llegada a un nuevo instituto que desde su aparición se empeña en seducir a un atontado muchacho, que resulta ser el caprichillo de otra.


Pero si la recién llegada guarda un secreto -en realidad es una vampira en busca de un nuevo esbirro- su rival por el amor del tontaco no se queda atrás, y es que su padre, profesor de ciencias, resulta ser un fenómeno del quimicefa y es capaz de reconstruír a los muertos.


Vampire Girl vs Frankenstein Girl nos entrega una versión hilarante del confrontamiento entre dos monstruos universales, trastocados hasta el absurdo por el gore, la imaginación barroca y las escenas sangrientas más descabelladas que yo jamás haya visto en una película.


¿Si la recomiendo? Jo, pues sí, pero con matices. Si tras la secuencia inicial, previa a los títulos, no te estás tirando de los pelos, sigue viéndola, si te hace torcer el gesto asúmelo porque toda la película es igual de pasada de rosca.

Yo me reí como un crío gamberro tirando piedras a los cristales.

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