Críticas: Sleepy Hollow. Magia, pura magia.
Tarde de tormenta, tarde oscura, tenebrosa. Relámpagos y truenos. Lluvia gris y niebla densa. Es mi pueblo, en Lanzarote, pero me devuelve nítidamente a uno de los momentos más mágicos y reveladores que jamás haya vivido en un cine: la noche que visité por primera vez la aldea de Sleepy Hollow.
Por supuesto había disfrutado de los destellos de genio oscuro de Tim Burton desde aquel Batman que me impresionó al salir del cine o su segunda parte, aún más fascinante para mí. Había alucinado con Beetlejuice y desde luego con la evocadora Eduardo Manostijeras. Pero lo que significó para mí Sleepy Hollow ninguna otra película lo ha rozado.
Bosques en bruma, silencios aterradores, ramas retorcidas, jinetes sin cabeza.... El compendio de todo lo que el terror gótico puede ofrecer lo reúne la leyenda de Sleepy Hollow que en 1999 Tim Burton adaptó al cine con un acierto y un estilo que luego no volvía encontrar en ninguna de sus producciones.
Ensalzando la estampa icónica del jinete sin cabeza, de la maléfica calabaza de Halloween ardiendo, Burton dibuja un cuento de terror victoriano encantador por los cuatro costados. Con un diseño de producción marca inequívoca de la casa y una banda sonora sublime, Sleepy Hollow es, para mí, ya todo un clásico.
Johnny Depp se mueve como pez en el agua en su atolondrado personaje diseñado a medida para él. Ese policía escéptico entregado a las nuevas tecnologías forenses de la época enfrentado sin quererlo a un misterio para el que las leyes de la ciencia que adora no tienen explicación. Los crímenes en cadena de una serie de aldeanos decapitados por un jinete endemoniado que les roba las cabezas.
El guionista Adrew Kevin Walker, autor también del guión de Se7en, recoge una leyenda inmortal y pone en las manos de Burton un mito del cine. Sleepy Hollow significa para un servidor un paso más en el arte de imaginar, de contar cuentos de terror y divertir causando miedo.
Lástima que el Burton de Sleepy Hollow se debió perder entre la bruma.
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