miércoles, 28 de julio de 2010

El Retrato de Dorian Gray. Pues no era tan mala!


Afrontaba esta película un poco desilusionado por varios motivos. Primero, porque después de años y años todavía no he conseguido sentarme a leer la novela original de Oscar Wilde. Segundo, porque me cae como una patada en la entrepierna el caranena de Ben Barnes. Y tercero, porque las críticas y comentarios que había leído no eran precisamente positivos.

Una vez vista, qué digo, devorada la película, puedo afirmar que sigo sin haber leído la novela, pero las otras dos premisas han quedado aniquiladas. Ben Barnes se saca un buen trabajo de la manga, y El Retrato de Dorian Gray, desde luego, no me ha disgustado en absoluto.




Muchos conocemos El Retrato de Dorian Gray, o al menos su argumento, por el incesante goteo de referencias a la mítica novela que durante el último siglo ha calado la literatura, música, cine y arte en general universales. La historia del cínico aristócrata que se resiste a envejecer o padecer gracias al poder que le otorga su maléfico retrato, que es quien sufre las penurias del tiempo en su lugar.

El cuadro es así el reflejo de su alma, corrompida, podrida, una vez descubre el inmenso poder de que dispone. Dorian Gray es el reflejo de las bajas pasiones del hombre, de la libertad descontrolada, de la desinhibición completa. Oscar Wilde nos regaló la visión del hombre despojado de todas sus limitaciones. Un hombre inevitablemente vil y malvado.


En El Retrato de Dorian Gray, película que nos ocupa, el joven Ben Barnes se despoja del áura de guapetón juvenil narniana y se atreve a encarnar la duplicidad moral de este individuo. No es Pacino desde luego ni sienta cátedra precisamente, pero se expone sin miedo al ridículo enfrentándose a un personaje dual y complejo y sabe salir airoso, creo que no pasará a la historia como el mejor Dorian Gray pero realiza un trabajo notable.


La película, sin embargo, es de Colin Firth. Sobretodo en el primer acto de El Retrato de Dorian Gray, el pérfido Henry que dibuja Firth es de esos personajes que traspasan la pantalla. Con una mirada, una sonrisa, sabe convencernos, engatusarnos, llevarnos a su terreno. Entendemos gracias a él la transformación inevitable del joven Gray. Quién no caería en el lado oscuro de la mano de este lord oscuro.


Friki metáforas aparte, El Retrato de Dorian Gray empieza mostrando al joven buenazo desembarcado en un Londres decadente, nos arrastra por la caverna que engulle su alma y nos empuja a las llamas que finalmente la devoran. Y todo con un ritmo y una belleza visual que me ha sorprendido especialmente.


Me ha gustado bastante esta versión libre de Dorian Gray, me ha inquietado más que muchas películas actuales que alardean de Terror y me ha interesado mucho más de lo que esperaba. Estoy pensando buscarme un retratista...

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