sábado, 7 de febrero de 2009

El Príncipe de las Tinieblas

¿Alguien se acuerda de John Carpenter? Lo pregunto porque hace la intemerata que no dirige, pero yo, con motivo del estreno del remake de La Noche de Halloween, he echado cuenta del tito John y llevo un par de días repasando su filmografía. Ésta, El Príncipe de Las Tinieblas, no la había visto.

El argumento.

Pues resulta que los americanos, cómo no, tienen encerrado a Satanás en el sótano de una iglesia ruinosa en pleno Los Ángeles, ahí es ná. Como quien tiene una lavadora o una mesa de ping pong. Y un buen día, por cosas del cambio climático, el bueno de Belcebú decide que es hora de salir y dar un garbeo. Un cura paranoico y un chino tuerto reclutarán a un grupo de estudiantes gafapasta para que investiguen el caso, así que se mudan todos a la iglesia y se ponen a investigar, investiga que te investiga, mientras empiezan a tener todos el mismo sueño, uno en el que un pavo misterioso les anuncia que si no tenemos cuidado la Humanidad se irá al carajo en 1999. Pues vaya.

Y hay sustos y eso, y zombies, creo.





La crítica.

Cuentan que un poco harto de las grandes producciones y de la presión de los estudios, a mediados de los ochenta a Carpenter se le hincharon los congojos y decidió volver a su adorada serie B para parir títulos tan interesantes como Golpe en la Pequeña China o ésta, El Príncipe de Las Tinieblas.

Mi opinión es que John Carpenter intentó conseguir una película de terror tan perfecta o tan completa, que puesto a meterle cosas le enchufó a la vez lo que no le había metido a Halloween más una pizca de La Noche de los Muertos Vivientes y de paso unos apuntes que tenía de un curso de biología físico cuántico nuclear y un chinorri haciendo chistes malos todo el rato. Tal vez escribió el guión en plena resaca o con muy mala gana y pasó tres pueblos de revisarlo, lo filmó tal cuál y ala, a poner el cazo. Porque no se entiende tanto ingrediente para tan poco caldo.

El Príncipe de Las Tinieblas es una película inconexa, caótica, confusa y aleatoria, donde nunca sabes lo que puede venir a continuación, para bien o para mal.

En cualquier caso, sí que tiene un punto Lovecraft bien reconocible y eso agrada, y una gran banda sonora que Carpenter utiliza sabiamente para crear ambiente de terror y salvar las lagunas argumentales. Es un score claustrofóbico muy potente, marca de la casa, pero el tío no deja un minuto de descanso y después de tanto rato acabas hasta los cojones del mismo bucle repetitivo.

Desde mi punto de vista hay que pedir algo más a una buena película, sea de terror o no, y es que además de causar su efecto –asustar, hacer reír, emocionar o lo que sea- tenga sentido, tenga coherencia, esté bien hecha. El Príncipe de las Tinieblas es como un cuadro pintado con muy buen colorido y con un marco precioso, pero cuyos trazos resultan confusos y no dibujan ninguna forma clara.

El Exorcista, Al final de la escalera, El Resplandor…. No hace falta una música tramposa y efectista si tienes una buena historia y sabes contarla.





Entrando en detalle, El Príncipe de las Tinieblas es una película leeeenta, lenta y coñazo. Empieza bien, con una premisa interesante y varias escenas potentes, pero enseguida se diluye en el sopor más rancio y exasperante del cine de Carpenter. No pido que sea La noche de Halloween pero el ritmo es tan pausado, tan “intenso” que cae en el más puro aburrimiento. Si no eres demasiado fanático de los rollos demoníacos es bastante fácil que te desconectes y te pongas a hacer cosas mas interesantes, como buscar adornos de grifería por Internet, eso sí, a ritmo de chunda chunda espeluznante pero machacón.

En cuanto a los actores, la mayoría de las actuaciones son forzadas y artificiales, en especial las de los ¿zombies? Incluso la del cura de Pleasence, tan alabada, pero que a mí me parece el más despistado de todos. A eso le podemos añadir unos diálogos raros y como fuera de contexto, sobretodo los de Walter, aunque eso tal vez sea culpa del doblaje. Por no hablar de algunas escenas memorables, como el negro zombie que se parte de risa ¿? o la viejita poseída que se pone y se quita la cabeza como si fuera Mrs Potato.


La trama, no es ni buena ni mala, directamente no se sabe cuál es. ¿El advenimiento del anticristo? ¿El análisis pseudo científico de las religiones? ¿De la existencia? Cada vez que el chino tuerto y el cura cagón se ponen a explicarlo parece que va a subir el pan, pero es que encima hablan en raro y no nos enteramos de nada, cada explicación es diferente, no sé, pa mí que están de maría hasta las orejas.

Luego los científicos, que se acaba la peli y todavía no sabemos qué narices investigan, porque no hacen otra cosa más que enchufar cables y leer diagramas mientras charlan entre ellos como si de la convención anual del friki se tratara. Observan a los vagabundos “intensos” acechando por la ventana, y a su vez poco a poco va desapareciendo gente de la iglesia del demonio ésa –nunca mejor dicho-, pero a ninguno se le ocurre llamar a la policía. Hay una tía que traduce ecuaciones matemáticas en frases del Apocalipsis, pa que digan luego de la universidad pública.

Y por último el cureta, que es la leche, se pasa la pelí con una cara de susto que da pena… ¿Y qué esperabas, tío pamplina, si tienes al demonio encerrado en un bote de Passport Scotch en el sótano. Así está, el amigo. La Secta del Sueño, dice…Sí, si, La Secta de la Tajada.




El final es emotivo a más no poder, una escena “intensísima” en la que perdemos a la única protagonista a la que habíamos cogido asco de puro antipática. Después del clímax, una vez fumigada la iglesia, los zombies se mueren del todo echando humo por la boca y los vagabundos siguen a su rollo como si ahí no pasara nada, total con ellos no iba el rollo que no estaban poseídos.

Conclusión:

Tal vez lastrada por el paso del tiempo o a lo mejor es que yo soy muy tiquismiquis, El Príncipe de las Tinieblas es un cagarro de dimensiones diarréicas con algunos buenos sustos, algún puntillo de originalidad y de riesgo, pero con un argumento de mierda que, si eres mínimamente exigente, te saca de la historia. El ritmo irregular y peñazo tampoco ayuda, por más que la música se encargue de crear ambiente. Todo el rato. Constantemente. Sin parar.

La cinta no tiene ni pies ni cabeza y me decepcionó. Me pareció un ejemplo más de los esfuerzos de algunos cineastas por rizar el rizo, que se creen la pera limonera y pretenden hacer la película del siglo, la más compleja y completa, aunque para ello tengan que mezclar churras con merinas y les salga una bosta así de gorda.


Tributo a un Maestro.

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