sábado, 7 de marzo de 2009

The Wrestler. El Luchador


Todavía no termino de creer lo que acabo de ver en mi pantalla. Porque éste no puede ser el mismo Mickey Rourke al que le cogí manía en los ochenta por cepillarse a Kim Basinger, al que le cogí asco en los noventa por meterse de todo y a principios de siglo por degradarse como una alimaña entre rings infectos de boxeo y clínicas aún más podridas de cirugía y botox.

Sin embargo, parece que sí es posible. Parece que la resurrección que se atisbaba en Sin City se ha completado y, como ave Fénix, un ídolo caído ha levantado el vuelo. Rourke está imponente en esta The Wrestler.




Igual que Tarantino resucitó a Travolta en Pulp Fiction, Robert Rodriguez hizo lo propio con Mickey Rourke, primero con ese esperpento de medio pelo que era Érase una vez en México, donde apenas se mantenía en pie con su difunto canino en brazos, y definitivamente en Sin City, dándole ese papel de Marv que parecía hecho a medida.

Pero si el ex convicto de tamaño desmesurado le quedaba a Rourke como un guante, qué decir de este Randy 'The Ram' Robinson, El Luchador, en el que muchos quieren ver una serie de tintes autobiográficos, que a mí me parecen una chorrada, para justificar la soberbia actuación de este chico malo de Hollywood.

Y digo que no respeto ese perfil autobiográfico que se le quiere dar a The Wrestler, esa manía absurda de quitarle valor diciendo que Mickey Rourke se interpreta a sí mismo, porque me niego a admitir que las vidas de uno y otro coincidan más allá de ciertos errores básicos. Afirmo que la espiral de decadencia, autodestrucción y miseria en la que se metió Mickey Rourke hace unas décadas no tenía nada que ver con su adicción al trabajo o a la vida fácil que le otorgaba su carrera, como sí le sucede a Randy 'The Ram'. Rourke se apartó de lo que mejor sabía hacer, actuar, y se metió en callejones de los que no sabía salir.

Por el contrario Darren Aronofsky nos presenta a un luchador embebido por su trabajo, lo único que es capaz de hacer. De hacer además bien. The Wrestler es un tipo que ha pasado su vida entre las cuerdas de un ring, recibiendo y dando golpes que duelen y tienen secuelas, por más que asumamos que todo es fingido.

El Luchador de Rourke es un tipo consumido por una vida de excesos, físicos y personales, pero nunca apartado de su pasión, la lucha libre. Muy diferente a lo que el propio actor hizo con su carrera.

La película es un retrato macabro de una vida decadente, desgastada por la falta de esperanza, de alternativas, y consumida en un continuo aferrarse a un tiempo que ya pasó. The Wrestler no se anda con concesiones, no permite una sonrisa, un segundo de alivio. Muestra la caída agonizante del éxito a la miseria y cuán difícil -o imposible- resulta salir de ella. Lo que Rourke hace para mostrarnos todas esas emociones y penas, la manera en la que consigue emocionarnos en cada escena, no nos recuerda para nada a lo que le hemos visto hacer fuera de las pantallas.


No, Randy 'The Ram', El Luchador, no es Mickey Rourke. Y sin embargo Rourke consigue darle vida con una actuación sublime, llena de verdad y talento.

Y mención también para Marisa Tomei, la eterna secundaria de lujo, un punto más seguro para toda película que cuente con ella. Su actuación me ha reafirmado en que muy pocos Oscar a la mejor actriz de reparto han sido más injustos y "raros" como el de este 2009. Ahí lo dejo.


Su historia la hemos visto mil veces, no hace falta remontarse a Rocky, sin ir más lejos y regalando la comparación obvia. Su moraleja ya la conocemos. El perdedor, el suburbio, la otra cara del triunfo... Y sin embargo Aronofsky consigue realizar un retablo único y diferente apoyado en unas interpretaciones y un realismo soberbios.

Evan Rachel Wood es la hija despechada de Randy 'The Ram' Robinson.

En definitiva, The Wrestler, una película dura, contundente y directa, como los golpes de este renovado Luchador, porque eso es lo que demuestra ser Mickey Rourke. Que Sin City 2 y sus próximos proyectos le sirvan para mantenerse a flote.


The Wrestler, el regreso de un grande.

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