Vicky Cristina Barcelona
Allen se sube al bus del IMSERSO y se va de turismo.
Hace años las pelis de Woody Allen eran sinónimos de risas, de ironía, o cuando menos de crítica mordaz y análisis de la sociedad, en especial la americana. Pero, al menos para mí, desde que fui a ver con entusiasmo La maldición del escorpión de jade las cosas ya no son lo mismo. Melinda y Melinda no me terminó de enganchar y ahora que le ha dado por hacer turismo y salir de Mahattan, ni siquiera su productiva asociación con Scarlett Johansson ha conseguido acercarme otra vez a su cine.
Allen dejó atrás Coge el dinero y corre, Manhattan, Hannah y sus hermanas, Poderosa Afrodita, Desmontando a Harry hace demasiado tiempo, tanto, que ya no es capaz de repetir la fórmula. Vicky Cristina Barcelona es un clarísimo ejemplo.
Tampoco es graciosa, ni siquiera la supuesta interpretación desternillante de la histérica e histriónica Maria Elena de Penélope Cruz me arrancó más que un par de sonrisas y, quitando algunos puntos muy determinados y esporádicos, no se puede decir que Vicky Cristina Barcelona sea una película divertida.
No voy a mentir, y coincidiré con mucha gente, si confieso que vi Vicky Cristina Barcelona atraído por la curiosidad hacia la nominación al Oscar de Penélope Cruz, y como no sabía mucho de la película, estaba convencido de que me iba a sorprender, para bien o para mal. Además, después de varios años estaba ilusionado por darle otra oportunidad a mi hasta hace poco adorado Woody Allen.
Lo primero que he de decir respecto a Vicky Cristina Barcelona es que me resultó bastante entretenida. La trama no es precisamente la más compleja y sesuda del mundo, los temas que se tratan no son más profundos o vitales que los de cualquier telefilm romantizoide de mediodía y la previsibilidad del guión es tan abrumadora que no parece escrito por Woody Allen.
Tampoco es graciosa, ni siquiera la supuesta interpretación desternillante de la histérica e histriónica Maria Elena de Penélope Cruz me arrancó más que un par de sonrisas y, quitando algunos puntos muy determinados y esporádicos, no se puede decir que Vicky Cristina Barcelona sea una película divertida.
Ni siquiera es una película de amor, no es un rollo romanticón ni tampoco es un drama, no hay desgracias ni tragedias, no hay villanos, no hay emociones. Vicky Cristina Barcelona es una película rara como un perro verde.
¿Dónde queda su encanto entonces? Pues yo creo que precisamente en eso, en no ser nada en particular, sino todo lo contrario. Vicky Cristina Barcelona es una película ligera, fácil, una historia de gente guapa que viaja a sitios guapos y vive una vida guapa, al menos durante un tiempo. Personas sin tara, sin quebraderos de cabeza económicos o personales que les quiten el sueño por las noches.
Los personajes de Johansson, Bardem o Rebecca Hall son tan perfectos, tan planos, que no es de extrañar que Penélope Cruz destaque: su personaje es el único humano de toda la película.
Hay quien dice que se le hizo larga y aburrida, a mí sólo un poquito. Un poquito larga porque por momentos parece que Allen sólo pretende regodearse en la Barcelona más bohemia o en el Oviedo más bello, mientras en la película no pasa nada. Pero no se me hizo aburrida, me pareció alegre, fresca y desenfadada, una especie de canto a la belleza de una vida que muchos querríamos: vivir del arte con las responsabilidades justas y libertades a gusto del consumidor.
Creo que Vicky Cristina Barcelona no pasará a engrosar la filmografía selecta de su director, y me atrevo a decir que tampoco la de ninguna de sus estrellas. Bardem y Johansson parecen envueltos en ella como por compromiso, no parecen en ningún momento metidos en sus papeles, más allá de salir guapos y perfectos en cada plano. Y de Penélope Cruz qué decir... Pues que su tan cacareada actuación me dejó tan frío como las otras, que sus quince minutos en pantalla (no creo que sean muchos más) se los pasa gritando y quejándose por todo y que de lejos me resultó lo menos interesante de la película.
Qué raro soy, me atrajo más el dilema amoroso-moral de la prometida Rebecca Hall respecto a sus sentimientos por el pintor y sus celos por su amiga y si me caso o no me caso, si me quedo o me voy, que toda la pelea de Bardem con Maria Elena.
En definitiva, una peli agradable para un rato de asueto en el que no romperse demasiado la cabeza. Ahora bien, para ver buen cine, cualquier otra de Woody Allen.
Por cierto, una música horrible y odiosamente pegadiza: Barcelona... Te estás equivocando....
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