domingo, 5 de julio de 2009

The Spirit, the Frank Miller, apesta.

Voy a escribir esta crítica tras escuchar por mi ventana el paso de un coche con la música del Tetris a toda pastilla. Increíble, sí, pero ahora no se me quita de la cabeza.

The Spirit, de Frank Miller apesta, sí, pero voy a decir por qué: ¡Porque es estúpida y aburrida!


En qué narices estaba pensando Miller al hacerla es un secreto que, mira, mejor que se lo lleve a la tumba. Lo que deberíamos hacer nosotros es destruír todas las copias de esta desfachatez y prohibirle rodar nada más en su puñetera vida.

Miller copia el estilo visual y algunos aspectos formales de Sin City que ya le fueron por un pelo a Robert Rodríguez, como son la fotografía en falso blanco y negro, los trucos visuales, que en The Spirit resultan exagerados, y la puñetera voz en off, que repite las mismas mierdas sobre la ciudad que en en la citada Sin City o que en Watchmen, y es que parece que todas las películas sacadas del cómic no-Marvel tienen que ser iguales: visualmente potentes y novedosas y unas porquerías de películas. ¿Recordamos 300?



The Spirit es un justiciero a lo Lobezno que tras una operación misteriosa resucita con ciertos poderes, que se resumen en soportar las hostias sin dolor y recuperarse rápidamente de las heridas. Su archienemigo es The Octopus, un desperdicio de Samuel L. Jackson, un error garrafal en su carrera, un personaje ridiculizado, hundido, con unos esbirros que no harán reír ni a un niño y cuyo plan consiste en robar la sangre de Hércules para hacerse inmortal.


The Spirit es una película estúpida, infantil, sin ningún tipo de interés por presentar una trama o desarrollar unos personajes, ni siquiera trata más temas que el malo que quiere algo y yo, el bueno, lo voy a impedir. No hay guión, no hay actores, sólo efectos visuales -eso sí, repetidos- y una sucesión de mujeres espectaculares entre las que destaca una divertida Scarlett Johansson, a la que no se le saca todo el partido que deberiera.



Eva Mendes se cree su papel de mujer florero y se presta al ridículo de la fotocopia de culo, no hace más en la película que poner morritos y mirada felina, y aún así es de lo poco que merece la pena ver. Paz Vega.., uff, qué estropicio.


Gabriel Macht es The Spirit, actor con nombre de maquinilla de afeitar o de tenista que hace lo que debe, que es poner caritas mientras suena su vozz en off y no perder el peinado en ningún momento.


Frank Miller se recrea tanto en su faceta visual, tal vez consciente de que no tiene historia alguna que contar, que convierte The Spirit en una película de acción sin acción, en una de superhéroes que se la pasan corriendo por los tejados o zambullidos en una ciénaga, pero en la que no pasa nunca nada.

The Spirit es muy tonta y muy aburrida, apesta.

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