domingo, 2 de mayo de 2010

Especial Elm St: Pesadilla en Elm Street (1984).


Hagas lo que hagas, no te duermas.

La pantalla se convierte en un rectángulo y unas manos fuertes, calludas, unas mangas rojas recolectan objetos de un taller sucio y mugriento. Un guante viejo, unos cuchillos, trozos de metal, lima, soplete... El guante, el arma de matar más famosa del cine de Terror, toma su forma. Así nace Freddy Krueger , el cabronazo más divertido de nuestras pesadillas.

Pesadilla en Elm Street se estrenó poco después de la tercera parte de Halloween y el mismo año que la cuarta de Viernes 13, vamos, que el Terror adolescente estaba en su apogeo, el momento ideal para el nacimiento de este icono del género, porque, aunque reconozcamos la cutreza de algunas de sus actuaciones y su decadencia en cada secuela, el gran acierto de Wes Craven fue mezclar el Terror Teen con el humor gamberro en la personificación de Freddy Krueger.



Cada secuela de Pesadilla en Elm Street ha ido girando como una peonza la biografía, el asesinato y los poderes de Fred Kruegger, así que para dar forma a este especial, y no romperme la cabeza con cada incoherencia, voy a ceñirme a lo que cada película cuenta.

La primera entrega de Pesadilla en Elm Street narra lo que parece ser la primera aparición de Freddy Krueger después de muerto, lo supongo porque ni el tato sabe de él ni de lo que pasa en sus pesadillas, así que suponemos que el tiempo que ha transcurrido desde su asesinato en la caldera lo ha pasado haciendo sudokus.

Cuando decide aparecer, lo hace para cobrarse venganza, para aniquilar en sus pesadillas a los hijos de los que lo llevaron a la muerte. La primera en caer es Tina, pero la verdadera protagonista de la película es su mejor amiga, Nancy Thompson, que por más que intenta explicar que el asesino no ha sido el novio de Tina sino un ser invisible que sólo aparece en sueños y es capaz de herir y hasta matar, por alguna razón no la creen.


Sólo cuando vayan muriendo un pijo tras otro alguien escuchará a Nancy pronunciar el nombre de Freddy Krueger y caeran en la cuenta.

En cada secuela se da una explicación conveniente a la manera de destruír o matar a Krueger, en ésta nos dicen que si se le agarra fuerte se le puede sacar del sueño al despertar, así que Nancy aprovecha sus horas atenta al Bricomanía y se lo monta a lo Sólo en Casa para derrotarle. Al final se nos da a entender que si se deja de creer en él pierde sus poderes -lo cuál tampoco tiene ningún sentido-, pero claro, ¿alguno deja de creer en él?

No hay mucho más que analizar de esta primera Pesadilla en Elm Street, una película que me atrevo a calificar de más seria que algunas de sus secuelas, una cinta que buscaba verdaderamente el Terror, causar miedo, y no recurría tan claramente al cachondeo de Fred como sus continuaciones explotarían más tarde. El personaje de Krueger realmente es malvado, juega con sus víctimas pero hace menos el payaso, las escenas de Terror están perfectamente rodadas, utilizando algunos tópicos acertados e iniciando otros tics que se convertirían en clásicos del género -como ese novio de la chica colándose por la ventana, que Wes Craven repetiría casi dos décadas después en Scream.


Pesadilla en Elm Street adolece y mucho de un problema muy similar al primer Halloween, la falta de ritmo. Craven olvida que la transición entre Freddy persiguiendo niñatos y los niñatos y sus padres investigando no debe ser tan brusca, tan radical. Los momentos de Terror ponen los pelos de punta, las apariciones de Freddy, hasta cuando va disfrazado, son escalofriantes, pero a cambio, las secuencias en que los personajes hablan, deliberan, pecan de un exceso de profundidad, son lentas, son parsimoniosas, un ritmo pausado que hoy en día queda desfasado.

Y de repente aparece esa garra en el agua de la bañera ¡genial! Mis dos escenas favoritas de Terror suceden en un baño, la ducha de Psicosis y ésta.


Craven sabe dibujar el miedo a a quedarnos dormidos, busca un roce con el Terror psicológico, muchas veces a través de esos espacios lentos y del empleo de esa música ochentera tan incómoda, nos hace ver que si el Mal ataca en sueños ninguno estamos libre de dormir. Y como cualquiera puede ser víctima de Freddy Kruegger, conecta con nosotros mucho más que un Michael Myers o un Jason Voorhes porque todos vamos a tener sueño, todos podemos sufrir pesadillas. Otro acierto de Wes Craven es ponernos a todos, sin excepción, en el papel de víctima.

Sin embargo Pesadilla en Elm Street juega en un terreno peligroso, nos pretende crear un mundo alternativo en que los sueños pisan, por así decirlo, una parte de la vida real, sin embargo es demasiado fácil liarse, demasiado sencillo reventarlo todo con incoherencias, porque si Freddy hiere a Nancy en el brazo después de rajar una almohada o romper un cristal, si Nancy se trae de su pesadilla la herida también deberían seguir destrozados almohada y cristal.

Demasiado a menudo el asesino que ataca en las pesadillas se convierte en el Hombre Invisible, como cuando Rod muere en su celda, la sábana que le ahorca es real, no está sólo en su sueño, alguien ha de moverla en el mundo real y para colmo Rod está despierto mientras le ahoga. Es ficción y es el mundo de Freddy, hay que creerlo, pero Pesadilla en Elm Street llega a un punto que para rizar el rizo debe caer en la incoherencia, y con ella en el absurdo.

No es lo mismo que Johnny Depp, muera soñando con que un tipo le raja, a que en el mundo real eso también se produzca, sin embargo Johnny Depp se convierte en un géiser de sangre y su cuerpo desaparece dentro de la cama. Es Pesadilla en Elm Street y me gusta pero...


Heather Langenkamp corriendo por pasillos oscuros, por callejones en bruma, escenarios cargados de puro Terror, sótanos, túneles, la escalera de casa se convierte en chicle pegajoso... en el sótano de Nancy todavía guardan sus cuchillas.

Mezcla de slasher y fantástico, esas lagunas de guión son las que seis o siete secuelas, ya perdimos la cuenta, han intentado explotar y explicar a partes iguales. Yo, por mi parte, me rindo. Disfruto de Pesadilla en Elm Street cada vez que puedo para recordar que la imaginación, el horror y las pesadillas van de la mano.



Pesadilla en Elm Street nos deja una idea nunca antes vista, un personaje inmortal, en todos los sentidos, y una canción...


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