Especial Elm St: Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño.
Creo sinceramente que esta tercera parte de la saga es una de las mejores, al menos desde el punto de vista argumental y de sentido común. También es una de las que menos he visto, supongo que porque en la tele sólo ponen o la primera o la cuarta, de Renny Harlin, que ya les vale, y a pesar de todo tengo recuerdos desgajados de las buenas escenas que contiene.
En Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño vuelve Wes Craven como parte del equipo de guionistas y, ojo, junto a él Frank Darabont (La Niebla, La Milla Verde), que no es cualquier mindundi, y la dirige Chuck Russell (La Máscara, Eraser). Es una película más adulta, más Terror puro que adolescente, a pesar de que una vez más los objetivos de Freddy Krueger son bien jovencitos, esta vez internos de un hospital psiquiátrico.
Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño profundiza con atención en cada uno de los aspectos del maravilloso personaje de las cuchillas: su origen, aportando el magnético personaje de la monja, su asesinato, con el regreso de John Saxon y el descubrimiento final, y sobretodo sus poderes, mediante una trama mucho más sólida y desarrollada que en las entregas anteriores, delimitando mucho mejor lo que Freddy puede y no puede hacer.
Así, vuelve a atormentar a los jóvenes en las pesadillas, sin salir de ellas al mundo real y sin ser capaz de manipular objetos reales de una manera, al menos, tan evidente como en las dos películas previas.
Freddy mata en los sueños de los chiquillos pero sus efectos en el mundo real son meras consecuencias de sus actos en esas pesadillas. Así, si convierte a un chaval en marioneta utilizando sus venas como cuerdas, en la vida real no vemos esas venas salir de sus brazos y pies, están dentro del sueño del muchacho, le vemos moverse como marioneta pero no sabemos por qué. En las dos primeras pelis Freddy manipulaba a la vez el sueño y de paso la realidad, lo cual era una soberana gilipollada.
Esto es más coherente. Los chicos sueñan que se queman pero en la vida real mueren por el shock, no salen en llamas. Si sueñan que les ahorcan mueren asfixiados pero no se mueve sola una sábana.
En definitiva, Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño me ofrece, por lo menos a mí, un punto menos de disputa a nivel de guión y argumento y se nota la mano en ello de gente con más luces que en pelis anteriores.
Ahora Nancy se ha convertido en psicquiatra y trata de ayudar a un grupo de jovenes ingresados en un sanatorio, cada uno con sus fobias -perfecto retrato de las angustias y terrores de la juventud- pero todos con un obsesivo miedo a dormir y una pesadilla recurrente y común. Tiene mucho más sentido que todo lo anterior. En los sueños, Freddy aprovechará sus fobias para convertirlas en pesadillas y sólo el entender el poder del sueño les permitirá hacerle frente.
En esta tercera entrega encontramos un retrato mucho más social, real, del mundo de los jóvenes aterrados por el miedo a soñar y algunas de las mejores y más espeluznantes muertes de toda la saga. Toda la parte final, en cambio, resulta un poco más cutre, con ese esqueleto peleón pero tampoco deja de tener cierto sentido, y compone un entrañable guiño al estilo Harryhausen.
Probablemente toda la saga pague las culpas de un argumento demasiado empujado hacia el absurdismo teen cuando de ese material podía haberse sacado una serie de películas de Terror brutal mucho más solventes. Por eso, defiendo que la tercera parte, Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño, es la más interesante y terrorífica de las que he analizado hasta ahora.
Vamos con la 4.
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