domingo, 16 de mayo de 2010

Críticas: Robin Hood, reencuentro con la leyenda, y con el cine.


Ha habido un momento durante la proyección de 'Robin Hood' que no podía creerme lo que estaba viendo. Un momento no, más de uno, en que meneaba la cabeza y me tapaba la boca abierta con las manos. Primero un sablazo de épica descomunal, con esa primera batalla. Más tarde un subidón de adrenalina con las flechas surcando el bosque hacia Mark Strong. Después, un desborde sensorial, un viaje a la Edad Media como si la estuviera viviendo. Poco a poco, una lección como pocas de Cate Blanchett, qué pedazo de actriz. A lo largo del film, un Russell Crowe inmenso que se aleja de Máximo mucho más de lo que parece a simple vista. A continuación, la emoción de las preciosísimas escenas intimistas que colorean Nottingham como nunca. Cerca del final, otro espectáculo sin palabras con la batalla en la playa. Y para terminar, Robin Hood, el de siempre, y su bosque de forajidos.

Hacía mucho, mucho tiempo que no disfrutaba tanto en una sala de cine. Que no me emocionaba, reía, estremecía y saltaba al mismo tiempo. El Robin Hood de Ridley Scott me deja, en primer lugar, el conocido sabor de boca de que este tipo sabe cómo rodar batallas. Nunca antes las flechas habían dolido tanto como en esta película. En segundo lugar, que Russell Crowe, comprometido con un papel y con un proyecto, da lo mejor de sí mismo. Y por último, que el arquero de Sherwood nunca había estado tan vivo.





Robin Hood no es Gladiator, pese a que por momentos el fantasma del peliculón de la pareja Scott-Crowe sobrevuela imágenes, escenas y retazos de la trama. Para serlo le faltaría una historia más profunda, un drama más desgarrador y sobretodo, Joaquín Phoenix, pero sin embargo Robin Hood tiene un componente de aventura, de diversión, que no tenía aquella.




Russell Crowe no borda, ES Robin Hood, un papel hecho a medida para su tono más sobrio e intimista, pero se permite el lujo de reír y bromear en algunos momentos brillantes con Lady Marian y sus compañeros, tal vez lo más flojo de la cinta. Cate Blanchet, por su parte, se come a Crowe, al excelente diseño de producción y a cualquier otro aspecto de Robin Hood. Está, sencillamente, espléndida.


Esperaba muchísimo menos de Robin Hood. Estaba dispuesto a ver batallas espectaculares, épica en dosis irregulares y aventuras entre los bosques. Pero todas mis expectativas ha quedado brutalmente pisoteadas, Robin Hood es mucho más, es un crudísimo retrato de una época, de unas leyes y de una forma de vida que te absorve sin dejarte un respiro. Enclavada en los años que transcurrieron entre la muerte de Ricardo I y la elaboración de la Carta Magna, en 1215, esta película termina donde otras empiezan, en los orígenes de leyenda, una leyenda que nunca tuvo tantísima carga histórica como en este caso.


Épica, sí. Grandilocuencia en los combates, en el espíritu guerrero, en los valores de libertad y justicia que ya trillaba Braveheart. Pero todo llevado a un terreno tan real, tan palpable, que convierte a Robin Hood en la única versión de la leyenda que no juega con el poder del mito.


Es un nuevo Robin Hood, un arquero al que la vida zarandea, un tipo llevado a tomar decisiones que no le corresponden, un hombre normal, con debilidades comunes, un buscavidas por obligación que acabará convirtiéndose en la esperanza de todo un pueblo. Y todo lo narra Scott con una sencillez que oculta un trabajo de guión, de construcción de decorados, de apoyo musical, y de una planificación tanto de la acción como de la intimidad que bordean sus mejores trabajos.


Este Robin Hood de Ridley Scott no es sólo el más creíble y menos "legendario" que he visto nunca, capta perfectamente el espíritu de un arquero forajido, del peligro de los bosques, de la corrupción del poder, de la ruindad de la guerra, del pueblo hambriento. Es, para mí, la mejor versión del personaje que jamás haya visto.



La película es larga, casi dos horas y media, pero hubiera pagado doble entrada con tal de que no terminara. Uf, sigo impactado.

1 comentarios:

Luis Cifer 26 de septiembre de 2010, 10:43  

vaya, a mí no me gustó nada, me pereció muy aburrida. Suelo coincidir contigo casi siempre, pero esta vez no ha sido posible.

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