miércoles, 17 de febrero de 2010

Críticas: Ágora. Qué envoltorio más bonito.


Acabo de terminar de ver Ágora, por fin, y he de decir que qué bonica, qué interesante, qué emocionante todo, qué zzzz, zzz, zz... Pero no te enfades, Alejandro, es que de verdad, lo que cuentas, me la pela tanto, que no sé cómo he aguantado viéndola hasta el final.

Porque Ágora me ha parecido más que nada un escaparate cojonudo de una tienda de maquetas, de una de disfraces, o un curso de fotografía cinematográfica, vamos, los Goya que ha ganado, pero yo digo, como película, un peñazo que todavía no comprendo.




¿De qué va Ágora? Del ascenso al poder de los cristianos, a los que retrata como poco más que una manada de catetos manipulables, casi sacados directamente de los Monty Phyton. De la destrucción de la biblioteca de Alejandría, que se ventila en media hora. De una señora muy lista y muy curiosa, pero nacida en una época chunga para que las mujeres investigaran nada. Del ego que no le cabe en los calzones al amigo Amenábar, que cual Tarantino o Bay ibérico se marca un desarrollo descomunal para una historia tan tonta como vacía.



Muy bonita la historia de Hipatia, aunque sus investigaciones y descubrimientos no pinten una mierda en Ágora -ni en la Historia Universal, realmente- hasta los cinco últimos minutos de metraje, donde a la voz de ¡venga que esto hay que terminarlo! el guapo de San Cirilo se saca de la sotana una misa sangrante para eliminarla.



Retorcida la visión del cristianismo, secta con la que no me identifico pero que no me extrañaría si el Papa un día le pone una vela negra a Amenábar en su altar reservado para estas cosas. Vaya vapuleo que le suelta el tío a los jefazos de la Iglesia.

Qué pasa, que en el siglo XXI, creo yo, que todas las dudas cosmológicas están superadas, que esa visión redundante del cristianismo más oscuro está más que pasada de moda, y que un derroche de cartón piedra no va a hacer que nos corramos en el cine.


Lo demás, una película lenta, sosa, sin emoción, sin interés por personaje ni acontecimiento alguno... No, no sé de qué va Ágora.

En fin, me voy a ver Tesis, que a ésa sí que le tengo cariño.

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