domingo, 19 de diciembre de 2010

Críticas: Balada Triste de Trompeta.


Cualquiera diría que me ha dado un ataque de cine español, pero tranquilos, no estoy enfermo, es que parece que en el final del año los estrenos más interesantes son los nuestros. Ayer le tocó el turno a Balada Triste de Trompeta.

Tengo un problema con Alex de la Iglesia. Me encanta su propuesta, me encanta él, me encantan sus ideas, sin embargo su cine nunca termina de encantarme y me deja la sensación de que -algunas- de sus películas me gustaban mucho más antes que después de verlas.

Algo así me ha pasado con Balada Triste de Trompeta, que yo quería que me gustara -te lo juro Alex, he hecho mis mejores esfuerzos-, quería reírme y disfrutarla, pero leñe, otra vez. Salgo del cine con cara de circunstancias y pidiendo perdón a quienes me acompañaban.



Porque el humor de Alex de la Iglesia ya no es negro ni tinto ni tiene color. Ya uno no sabe cuándo hay que reírse porque envuelve su cine de tanto halo de parodia, de tanta mala baba, que a mí, por lo menos, esta Balada Triste de Trompeta, aún desternillante por rachas, me anestesia desde casi el principio, me acostumbra a ese tono burlesco y permanente y deja de sorprenderme.


Ya me pasó con Muertos de Risa -a la que Balada Triste le debe un poco más de lo que se está diciendo-, con Crimen Ferpecto -con la que es que ni arqueé una ceja- y con La Comunidad -aunque está la vería de nuevo con gusto-, por poner tres ejemplos. Me encantó El Día de la Bestia, a quién no.


Estoy leyendo muchas críticas a raíz del visionado ayer de Balada Triste de Trompeta. Los que no disfrutaron la peli se vuelcan en argumentos, uno tras otro. Los que la reclaman como lo mejor del año, no dejan de hablar de su aspecto visual, de su conexión con aquella época, de su música...

¿Pero cuáles son los logros de Balada Triste de Trompeta como película? ¿Es entretenida? ¿Divierte? ¿Emociona? Pues yo diría que tan de cuando en cuando, y tan poquita cosa, que no podría unirme a la lista de besa culos que están poniéndola por las nubes.



Porque quitando algún momentazo genial y/o brutal inesperado -a menudo sacado de madre y sin venir a cuento, exceso violento o gore que abunda en la película aunque no case para nada con el resto y parezca un simple capricho-, Balada Triste de Trompeta me ha parecido un coñazo. Quiero decir, que ni me ha hecho gracia ni me ha interesado la vida de sus protagonistas, desmedidos, exagerados, inverosímiles, hasta el punto de que su vida o su muerte me daba un poco lo mismo.


Las interpretaciones, desde luego, de lo mejor. El maquillaje, la ambientación, estupendísimos. Ahora, la película, como tal, otra vez sosa y pasaminutos, si es que se me permite el palabro. Insulsa hasta que de repente alguien pega un mordisco o alguno dice una parida. Pero enseguida se regresa al tedio, que es, lo siento Alex y pongo a tu disposición mis novelas para que las conviertas en películas igual de tediosas, lo que más me ha transmitido esta Balada Triste de Trompeta.


Por cierto, la canción de Raphael, lo más aterrador del año sin duda.

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jueves, 9 de diciembre de 2010

Críticas: Buried (Enterrado)

Brutal, impresionante.

Nunca antes, y he ido unas cuantas veces, había salido del cine en un estado tal de agitación, incómodo, agobiado, tanto que incluso me costó recuperar el ritmo normal de mi respiración. Porque si disfruté como loco durante el 90% de lo que dura Enterrado, con su tramo final sólo me queda quitarme el sombrero.

Si el otro día comentaba Los Ojos de Julia y lamentaba la falta de chispa y de ideas cuando el cine español quiere ponerse convencional y asegurarse la taquilla imitando las modas de Hollywood, hoy tengo que reconocer, y reclamar, que el cine español no es sólo eso, porque igual que nos golpeó REC en su momento o que aplaudimos a Amenábar antes de caer en el mismo saco, Rodrigo Cortés, con su Enterrado, no sólo da un golpe en la mesa sino que grita, y muy fuerte, que el cine español, en manos de los cineastas españoles y no de sus productores, da para mucho, mucho más.





Enterrado es una película española pero cuenta una trama muy americana y cuenta con una estrella de aquél lado del charco para soportar todo el circo. Lo que consigue Ryan Reynolds -sí, el hombre al que odiaré siempre por pura envida, al menos hasta que Scarlett Johansson le abandone y le haga mucho, mucho daño- es coronarse como un fenómeno de la reacción, del registro, de la empatía. Encerrado durante horas en una caja, transmite a la perfección, creo yo, las sensaciones y angustias del personaje, algo en lo que se sostiene con mucho riesgo el éxito o el fracaso de una película como Enterrado.


Paul Conroy es un contratista americano destinado a una de las provincias en conflicto en Irak. Allí es secuestrado por una facción de insurgentes y enterrado vivo con la única conexión con el mundo de una Blackberry con la que sus secuestradores le obligan a solicitar un rescate.

Esa hora y pico de angustia, de tensión en cada llamada -especialmente la del ejecutivo de su empresa y también la última- logra una familiaridad con el espectador, consigue meternos tanto en el cine, que sufrimos con Paul, sudamos con Paul y nos falta el aliento como a él hasta el final.

Con muchos menos medios que otras, con una repercusión menor, Rodrigo Cortés consigue con Enterrado comerse todo el pastel, sorprender a propios y extraños y, en mi opinión, convertirse en el puntazo del año, por buena y por original y sorprendente.



A mí desde luego Enterrado me ha ganado. Con los justos ramalazos de Hitchcock y una notable dosis de crítica y social y lavado de realidad, sin trucos de sonido mil veces vistos ni giros de guión chabacanos, me ha hecho disfrutar en el cine como muy pocas de las pelis de suspense o terror que haya visto.

Simplemente genial.

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martes, 7 de diciembre de 2010

Crítica: Los Ojos de Julia.


Como todos sabéis, por motivos de trabajo, aburrimiento o frikismo irracional me veo obligado a digerir una buena cantidad de cine de mierda al año. Sin embargo, en todo lo que recuerdo haber visto recientemente, ninguna película me ha ofendido, cabreado y repugnado tanto como Los Ojos de Julia.

Aquí debería terminar mi crítica, porque resume a la perfección la repulsa que sentí en aquella sala de cine en la que no podía dejar de retorcerme y aguantar las náuseas con cada nueva trampa, truco, engaño y gazapo de esta indigna producción de Guillermo del Toro, al que debería caérsele la cara de vergüenza por patrocinar semejante insulto.




Los Ojos de Julia nos quiere contar una historia de miedo, no, un drama, no, una tragedia familiar, no, un thriller, no, un chiste ridículo que da verdaderas ganas de llorar.

Ni siquiera voy a salvar a Belén Rueda por repetir por enésima vez su papel, aparece digna pero incapaz de defender este despropósito. Lo mejor de la película podrían ser los secundarios, pero es igual, la zozobra general es tan calamitosa que mejor no molestarse en salvar a nadie.


Con errores clamorosos de continuidad, de coherencia, de sentido común, con escandalosos y descarados trucos de mierda para engañar al espectador de la manera más burda y cafre, con una trama que no se sostiene por ningún lado y con un supuesto "giro final" tan previsible como estúpido, Los Ojos de Julia no debería ni considerarse una película profesional.

Porque Los Ojos de Julia consiste en un esfuerzo descomunal por parte de productores, guionistas, director y actores para que te creas una estupidez supina sobre invisibilidad, ceguera y venganzas que no quiero destripar por si alguien, por error, todavía se aventura a pasar una tarde rayante en un cine alimentando una industria, la española, que por quejica y llorona no consigue sacar mejores productos que esto.


Insultado, así es como me sentí viendo Los Ojos de Julia. Pero cómo creerme semejante patraña descarada, cómo consentir que a la pobre Belén Rueda se empeñen por dejarla sola constantemente, cómo creerme los trucos de cámara, cómo no sospechar de lo que resulta evidente, cómo consentir los fallos clamorosos de coherencia, cómo soportar a la maldita niña que se cree un superhéroe en lugar de llamar a la policía... Cómo soportar tanta cafrada y cómo explicarla sin destrozar la película con expoilers.

Sólo espero que en la magnífica web Cinecutre Los Ojos de Julia reciba su castigo merecido porque de verdad no tiene cinco minutos seguidos sin que tengamos que sufrir una gilipollez supina.


Como he leído por ahí, Los Ojos de Julia no es ni terror ni paranormal, es sólo anormal.

Dios, qué burrada de película.

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