domingo, 16 de noviembre de 2008

Asesinato Justo




Mucho tiempo ha pasado desde aquella memorable y fugaz escena de Heat, pero mucho más es el tiempo que los más apasionados cinéfilos y admiradores de estos dos astros llevamos esperando para verlos juntos en pantalla y formando parte de una historia que mereciera la pena. Jon Avnet nos ofrece sólo una de estas dos cosas, porque si bien Asesinato Justo es la única oportunidad de admirar a DeNiro y Pacino compartiendo plano, la película como tal no pasa de un mero entretenimiento, muy alejado de los grandes hitos que ambos nos han regalado a lo largo de sus carreras.

La vieja pregunta de quién es el mejor actor de su generación, si Robert o Al, tendrá que ser respondida a partir de sus trabajos realizados hasta la fecha, es más, quizá debiéramos reducir la lista a sus películas del siglo XX, porque lo que parece claro es que para ninguno de los dos su mejor papel está todavía por llegar. No, desde luego, si siguen empeñados en aceptar roles tan planos y vacíos como los que llevan acumulados en los últimos años.

Pacino rompió en los setenta con su Michael Corleone y sus obras maestras ligadas al hampa y al género policiaco, El Precio del Poder o Atrapado por su pasado marcan un antes y un después en el cine americano. Por su parte, el talento de DeNiro, unido al de Scorsese apabulla con su presencia en Toro Salvaje o Taxi Driver y eso son sólo un par de perlas de una filmografía impresionante en ambos casos.




Lo que está claro es que Asesinato Justo no va a entrar en la lista de las 20 mejores películas de ninguno de los dos, lo que nos deja una sensación desoladora de ocasión perdida, de desaprovechamiento, de cuándo vamos a tener otra oportunidad para que un director –menos coñazo y más capaz que Avnet– consiga sacar lo mejor de dos de los más grandes genios que ha dado el cine americano.

Pero es que la película de Avnet, sin ser un bodrio ni mucho menos, es un producto menor teniendo cuenta su potencial. Es una historia seca, al uso, con giro de guión engañoso e incoherente y con una trama insulsa y mal llevada que además presenta peligrosos tintes fascistas. El pulso de la película es lento y dubitativo, como si no terminara de romper a contarnos algo, como si el preámbulo se alargara por dos horas de presentación de personajes, con la cámara regodeándose, casi de manera hedonista, en mostrar a los dos colosos que tiene delante.

Con la sensación de que Jon Avnet no supo en ningún momento qué hacer con lo que se le echaba encima, consciente de que Asesinato Justo jamás sería su película, sino que siempre será la película de Pacino y DeNiro, el cineasta dibuja un retrato frío y distante de dos inspectores en ocaso y de una realidad policial surrealista y manipulada.

Porque uno de los grandes fallos de Asesinato Justo es lo difícil de creernos lo que está pasando, de entrar en el juego que nos propone. Lo que narra es tan inverosímil, tan forzado, que en ningún momento podemos dejar de cuestionar que la policía de Nueva York sea tan inútil y sus maleantes tan confiados. Si para colmo le añadimos un guión tramposo que parece sacarse escenas de la manga… porque ¿a qué viene esa violación? ¿Ganas de inmolarse?


La película juega todas sus bazas a su pareja de actores. A un DeNiro que parece tener ganas de terminar cuanto antes –igual que en todas sus últimas intervenciones, por cierto– y a un Pacino que parece instalado en el histrionismo y la exageración como si desde Pactar con el Diablo se le hubiera quedado atascado el cerebro.

En fin, una pena. Como suele pasar, dos genios tan grandes no están hechos para compartir un mismo espacio. Tal vez más adelante, con una historia y un director que de verdad lo merezcan.

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