jueves, 29 de abril de 2010

Críticas: 'Alicia en el País de las Maravillas'


Bueno, no me he querido ensañar, no he querido hacer esta crítica en caliente, y para dar una idea de mi opinión sobre esta película diré que se me ha hecho el jueves y acabo de acordarme de ella. Una semana, casi, después de verla, me cuesta recordar algún punto bueno que resaltar de Alicia en el País de las Maravillas -supongo que tardaré mucho más en sacar de mis pesadillas la desgracia de la Gloridanza-, pero durante un ratito me gustó, lo explico.

Las tremendas ganas que tenía de ver Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, que no habían hecho más que aumentar desde que me enteré de su existencia cuando apenas era un proyecto, se habían visto desinfladas en las últimas semanas por la avalancha de críticas pésimas y de comentarios decepcionantes entorno a ella. Puta Disney, pensé, y empecé a resignarme al fiasco antes de verla.



Empecé a atragantarme con ese pestiño victoriano inicial, que no me importaba una carajo, pero cuando empezaba a aburrirme, la rubia más sosa del cine reciente se colaba por accidente por el hueco de una madriguera. Ahí empezaba la película que quería ver y a partir de ese instante y durante los minutos siguientes en mi cabeza empezaba a tomar forma la frase mierda, voy a ser el único que la defienda.

Me es muy difícil determinar en qué momento esa sensación de ey, esto parece que mola, se convirtió en un ¿le queda mucho? No es que el entusiasmo inesperado desapareciera, es que se diluyó, lentamente, en una balsa de aceite, en un lago tranquilo, no, tranquiiiilo, hermosísimo y gloricioooooso.



La Reina Blanca es hermosa, es pava pavísima, es delicada, es boba... Terminé Alicia en el País de las Maravillas pensando que la película entera estaba contagiada del espíritu de la estúpida Reina Blanca.

Porque Alicia en el País de las Maravillas es visualmente hermosa, también, redundantemente hermosa, pero a la vez, argumental y actoralmente, es pava pavísima, también, es floja, es superficial, es... todo lo contrario al Burton que por alguna razón sigo defendiendo a pesar de que desde Sleepy Hollow no le reconozco.

El Burton más aséptico nunca imaginable firma una cinta que sólo en algunos momentos, en algunos diseños y en algunos acordes de Elfman recuerda al Burton que muchos adoramos, el resto, es un, no coñazo, un sopor, un quedarse a medias en todo, que no sé si atribuir a la presión de Disney por conseguir una calificación para todos los públicos, desde los 3 meses a los 80 años, o a que Tim Burton, definitivamente, chochea.


Y es que no concibo una Alicia en el País de las Maravillas que nunca termine de dar risa, nunca termine de dar emoción, nunca termine de dar miedo, nunca termine de dar más que por culo, porque en realidad, nunca termina nada.

Rodada como si le diera miedo tocarla, interpretada así, por encima, como si hubieran grabado los ensayos, Alicia en el País de las Maravillas ni siquiera saca todo el partido posible al 3D -sólo lo luce en dos o tres escenas-, la Reina Roja y su cabezón dejan de sorprender enseguida, su corte de subnormales sólo dan vergüenza ajena, la Reina Blanca da tanto asco que es para alargar la mano -aprovechando el 3D- y darle una hostia como un pan para que espabile. El gato es como si no estuviera, la oruga ¿saben que sale la oruga?, el conejo es meramente accesorio y así podríamos continuar.


Aborto de Narnias y Hooks, Lo mejor de Alicia en el País de las Maravillas es la liebre, sin duda, y lo peor, dentro de la decepción general y además de un despropósito de guión y de un epílogo patético, a lo Mago de Oz pero en chanante, es hundir, ridiculizar, no sólo a Johnny Depp, al que a estas alturas hacer el idiota se la suda, si no a ese personaje mítico e icónico que es el Sombrerero Loco. Primero, convirtiéndolo en un personaje aburrido, sin gracia ni locura ni nada, y después, para rematarlo, obligándole a bailar el chiqui chiqui en una escena tan penosa que me hizo pensar que estaba viendo El Gato, de Mike Myers. Y no, para romperme un ídolo en la cara -y en 3D- no pago 10 euracos.


Una pena.

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martes, 27 de abril de 2010

Críticas. 'Psicosis'. Obra maestra, y punto.


No es la mejor película de Alfred Hitchcock , ¿saben? Por lo visto no. A mí me da igual lo que digan los críticos, eso está claro, todos saben más que yo y habrá cosas y trucos y trampas y fallos que hagan de Psicosis una obra menor de lo que el imaginario colectivo tiende a calificarla. Quizá la aureola, la potencia de sus escenas míticas envuelvan nuestra percepción y nos hagan fabricar ídolos que demuestran tener pies de barro cuando los sometemos a un visionado frío y sesudo, como el que sin duda realizan los críticos.

Pamplinas. Psicosis es, por mucho más que por su calidad fílmica, una obra maestra.




La pantalla se pinta de negro, que dirían los Rolling, y junto a unos rótulos que acuchillan horizontalmente nuestras retinas empieza a sonar una partitura esquizo que acuchilla también nuestros sentidos. Media hora después la protagonista principal está muerta, con dos cojones. Empieza de nuevo la película, personajes nuevos, trama nueva. Una hora después todo lo que creíamos verdad era mentira.

Por el camino, nos replanteamos seriamente dejar sin pasar el pestillo del baño antes de irnos a la ducha, o pararnos a dormir en cualquier motel de carretera.



Psicosis cumple cincuenta años y aquel que no la haya visto tiene la obligación de acercarse a ella, que no les eche atrás su edad, o el blanco y negro, truco obligado para que la censura permitiese en pantalla la cantidad de sangre que Hitchcock quería tirarnos encima. Y un hurra por la torpe censura americana, porque ese blanco y negro convierte en artística una fotografía mítica.

La enamorada Marion Crane -hormonada hasta ganarse un pan de hostias- decide huir de todo cuando su jefe le pone en la mano un fajo de billetes para que conserve a buen recaudo. Ella piensa a buen recaudo mi buchaca y se pira con él tan lejos como su inteligencia de lectora de novela negra y su capacidad para pensar mil situaciones mientras conduce le permita. Hasta que acaba pasando la noche en el Motel Bates.



Pasar la noche, claro, es contarle a Janet Leigh unas cuantas horas más de vida de lo que Hitchcock le concede.

Bien, hasta ahí, la película empieza coñazo, continúa lenta pero ascendiendo y de repente tenemos una casa chula en lo alto de una colina. Y tras esa figura femenina al trasluz de una ventana se esconde un renacer, el momento más álgido y nunca superado del cine de Terror de todos los tiempos.

Todo autor de novela, director de cine, contador de historias de miedo sueña con narrar una escena tan terrórifica o más que esa ducha de Psicosis. El que lo consiga, simplemente, será un Dios.


A partir de esa silueta, de esas cuchilladas, de esa música infernal, de ese ojo al girar y de la sangre por el sumidero se han escrito tantas cosas, se han trabajado tesis enteras, que qué voy a decir yo. Obra maestra. Y punto. ¡Y sólo en media hora de película!

Sin embargo, como fan del Terror me gusta mucho más la película que empieza ahora y que protagoniza Vera Miles. La investigación, el misterio, la dura realidad, me resulta mucho más compleja e interesante que ese primer acto que culmina con la escena más famosa del género.

La muerte desde lo alto de la escalera me resulta mucho más terrorífica que la ducha, la revelación en el sótano, sencillamente magistral, el colofón, a media sonrisa de hijoputa de Anthony Perkins, directamente brutal.

Psicosis no es la mejor película de Hitchcock, por lo visto. Burda, tramposa y de telefilm, he oído. Pero pregunten a cualquier fan del Terror cuál es la primera película que recuerda, la primera que le metió el gusanillo del miedo por la pernera del pantalón. Pregúntense, cuántas películas nos dan tanto miedo sin que recurran a fantasmas, monstruos, zombies o asesinos imposibles de matar.

Pregúntense si alguna vez han visto una película más impactante que Psicosis, y si es así, recomiéndenmela. Porque Psicosis es, para mí, la mejor película de Terror de la Historia.

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domingo, 18 de abril de 2010

Críticas: Furia de Titanes


Penosa. Esa es la impresión que me ha quedado después de ver Furia de Titanes. Penosa y estúpida, una película mal hecha, mal pensada, mal escrita y muy mal actuada, por no hablar del doblaje entre pomposo y caricaturesco que le hemos colocado.

Darle patadas a los mitos clásicos es fácil, pero hacerlo peor que en la peli del 81 me parecía imposible. Que nadie busque el rigor mitológico en Furia de Titanes porque desde luego no lo va encontrar, lo que sí que tendrá es una sucesión de disparates, de parches, de casualidades, prodigios y maldiciones a convenir, según le cuadre a un guionista malo, malo, malo.




No sólo hablo de lo mal engarzadas que están las leyendas en este Furia de Titanes, esa manera chapucera de colar un elemento famoso tras otro aunque quede como el culo de puro forzado -ya no pido rigor literal a los mitos clásicos pero por lo menos un poco de coherencia dentro de propio universo que la película plantea-, me refiero también a esos diálogos impostados, frases cortas, sentenciantes, tópicos descarados, conversaciones que causan vergüenza ajena.

Furia de Titanes se hace, y se paga, no lo olvidemos, con la intención de mejorar al menos visualmente a la película homónima de 1981, ese prodigio del cine de aventuras que evidentemente ha envejecido con muy mal pie. Sin embargo lo que tenemos es un salto tremendo desde las joyas animadas de Ray Harryhausen hasta el rídiculo dibujo animado digital que en Furia de Titanes supone un paso atrás impensable dentro de lo que la tecnología CGI ya hoy ha avanzado.


En cuanto al argumento, cagarse en la historia es algo que ya dábamos por sentado como remake que es, pero no les costaba nada, igual que han cambiado un montón de cosas, corregir los errores más gordos de la original, como ese Kraken que pertenece a una leyenda nórdica y no pinta una mierda con los dioses griegos.


No me voy a poner pedante, el que quiera averiguar más enculadas a los clásicos que busque en la wikipedia y verá que no era tan complicado contar la misma película haciendo que todo encajara.

En Furia de Titanes las interpretaciones son excesivamente patéticas incluso dentro del denigrante entrono en que Louis Leterrier las coloca. Por un momento pensé que estaba viendo "Rasputín contra los Caballeros del Zodiaco", pero después me dí cuenta que no, que eran Zeus y su pandilla de amiguetes fetichistas -¿a qué coño llevar armadura los dioses en el Olimpo? ¿Por si les invaden?- en una reunión con el hermano al que nadie soporta, otra vez tergiversado Hades, al que da vida un desconocido Ralph Fiennes.

Sam Worthington combina en esta película lo mejor de su talento con algunos momentos risibles, a veces parece dar la talla y otras se le ve tan perdido en la estupidez y puerilidad de sus diálogos como el resto. Ya le vale a la nueva promesa con más suerte del mundo empezar a aprovechar la flor que tiene en el culo porque cuando dejen de llamarle para superproducciones y tenga que empezar a actuar quizá no tenga un ordenador que lleve a los espectadores al cine haga lo que haga.

Total, que Furia de Titanes sólo busca el efecto visual, el poder sacar al bicho que sea cuanto antes, ya toque el Pegaso cagón que huye a las primeras de cambio -supongo que para ahorrar presupuesto- o los escorpiones domesticables. Se han inventado, eso sí, unos guerreros de palo y unos murciélagos muy chulos que le salen a Hades de los sobacos cuando a Fiennes le da por ponerse el disfraz de Voldemort.


Agradezco que Furia de Titanes sea corta, araña los noventa minutos, pero más que yo lo agradece el guionista, ese niño de cinco años al que si hubieran pedido tres líneas más de diálogo hubiera sufrido un infarto.

Si vas al cine a ver una mierda y encima sales de mala lche, es muy probable que hayas visto esta Furia de Titanes.

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lunes, 12 de abril de 2010

Especial SW: Episodio VI: El Retorno del Jedi.


Vamos a coincidir en que los Ewoks son un poco pastel, en que los "arreglillos" que George Lucas le hizo en su revisón pre-DVD son una chapuza, vamos a coincidir en que no está a la altura del Episodio IV o de El Imperio Contraataca, pero venga, no me neguéis que el rescate de Han, la carrera de motos, la batalla final contra Vader y el Emperador, no me digáis que el El Retorno del Jedi no es un pedazo de película.

Durante años, de chiquillo, hubiera defendido con los dientes que esta era mi peli favorita de la trilogía. Acción, más acción, emoción, aventura, batallas espectaculares, poderes Jedi hasta en la sopa, más Jedi que nunca... Pero bueno, uno crece y reconoce que es la más floja de las tres.




Todos se han hecho mayores y los conflictos personales gobiernan parte de la historia, Han ya no es tan gracioso, casi parece cansado, Leia no es aventurera sino una princesita tristona y Luke, el tipo al que le cambia la cara más rápido que a nadie en el mundo, es un alma intensa y torturada pero bastante soso.


Se sostiene la función por la irrupción de ese Emperador maravilloso pero hasta Vader se pone blandito en su momento. El Retorno del Jedi se sostiene porque la mitología llega a su punto más alto, porque se cierran tantas puertas que es imposible despegarse de la pantalla. Y crece, en sus momentos más altos, porque las batallas, las luchas, las conversaciones no son entre pillos y secundarios sino entre Jedis y Emperadores oscuros.

El Retorno de Jedi es lo que es porque forma parte de una magia extraordinaria.



Tiene menos fuerza que las anteriores y una profundidad mermada, tal vez por el desgaste, pero tiene escenas memorables. El Retorno del Jedi nos va a contar la madurez del crío que hemos visto crecer y la pizca de humanidad que le queda a todo villano. Peca, en cambio, de una falta de ideas que resalta al compararla con el conjunto de esta trilogía, tiene un guión más flojo tal vez porque tiene menos que contar, porque su único fin, que no es poco, es terminarse.

Los Ewoks infantilizan la saga pero su contraste con la madurez de los actores principales me parece equilibrar el conjunto, y el Vader menos Vader de las tres películas queda compensado por Palpatine, con más mala leche que ninguno. Noto a Han Solo pasado, forzado, no me pone como antes pero a cambio tengo a Leia en bikini de hierro. Tengo tres climax en uno, tengo un ritmo apabullante, tengo diversión y emoción, tengo efectos brutales, tengo todo lo anterior y más y más grande.


Uf, El Retorno del Jedi es mucha película, en especial antes de que Lucas le metiera el ordenador por el culo a su montaje original.

Es, desde luego, un cierre épico, tenso y genial a una trilogía legendaria.



Y cerrado el círculo Star Wars en Desde el Sótano, sólo me queda una cosa por decir: Lucas, estate quieto coño.

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Especial SW: Episodio V: El Imperio Contraataca.

He oído de todo sobre El Imperio Contraataca, que si es la mejor secuela jamás rodada, que si es todavía superior a su predecesora... Lo único que sé es que le guardo un cariño especial por ser la primera película que vimos en video en mi casa, todos juntos entorno a la tele cuando yo era aún muy pequeño. No teníamos ni idea de lo que era La Guerra de las Galaxias y lo primero que encontramos fue a un tipo perdido en un mundo nevado y a otro con pinta de robot gigantesco y negro que le perseguía y que era su padre al fin y al cabo.

El Imperio Contraataca nunca terminará de parecerme la mejor de la saga, para mi esa será siempre el Episodio IV, sin embargo reconozco que esta es la más oscura, la más madura, la más cruel, intensa y desesperanzada de todas. Es todo lo contrario de lo que fue Una Nueva Esperanza pero multiplica en acción y emoción a aquella joya rodada tres años antes.




En El Imperio Contraataca, Lucas cede el bastón de mando a Irvin Kershner y éste consigue un peliculón de proporciones inesperadas. Un guión más maduro, unos actores más unidos a sus personajes, más medidos, convierten esta continuación en la verdadera razón de ser de una trilogía que podía haber sido bien distinta si El Imperio Contraataca hubiera resultado un fracaso.


Es la película del Yo soy tu padre, del Emperador Palpatine, es la peli de Yoda, es Han Solo, chulesco y borgartiano como nunca, enfrentándose a la carbonita, es la peli del triunfo del mal, de la traición del amigo en la ciudad nube, es la peli más arrolladora en todos los sentidos del espectáculo: trama, acción, emoción, sentimiento...


Habían pasado los años desde que el éxito inesperado de La Guerra de las Galaxias permitiera a Lucas enfrentarse a continuar forjando el mito, la transformación de Mark Hamill de niño a hombre y sus cicatrices tras un accidente de coche tuvieron que disfrazarse con el ataque de un monstruo en la nieve. Los creativos de Lucas dieron vida a un sin fin de criaturas a cuál más brillante y además había que dar más entidad al papel de Han Solo, reconocimiento merecido tras las alabanzas recibidas tras el Episodio IV.

A Harrison Ford le esperaba nada más y nada menos que Indiana Jones y el reconocimiento planetario.


Todas estas dudas, trabas y condiciones las salvó El Imperio Contraataca con creces, y se convirtió, probablemente, venga, sentimentalismos a parte, en la mejor película espacial jamás rodada.

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domingo, 11 de abril de 2010

Especial SW: Episodio IV: Una Nueva Esperanza.


Rompo un mito, asumo los palos, pero digo que esta es la película más importante de la historia. No digo la mejor ni la de mayor calidad, digo que es la más importante de la toda la historia. Porque cambia el cine, porque inicia otra era, porque convierte lo audiovisual en un espectáculo, mucho mayor de lo visto hasta entonces, porque crea toda una mitología, una legión de seguidores, inaugura el fenómeno que hoy llamamos fan, y porque, seamos sinceros, desde ese verano de 1977 no hay película que por un motivo u otro no se compare con La Guerra de las Galaxias.

Sería interesante calcular en qué porcentaje de las películas, series o programas de televisión NO se utilizan frases extraídas de este Episodio IV. Sería un número ridículo. Quitemos la frase del Yo soy tu padre, porque esa es del quinto, ¿quién no ha citado alguna vez a Obi Wan, a Han, a Luke? ¿Quién no ha dicho nunca Ayúdame Obi Wan Kenobi, eres mi..?

Se apaga la pantalla en 1977 y estallan las fanfarrias de la 20th Century Fox. Después, negro, letras azules, hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana. ¡Taráaan!




El Episodio IV: Una Nueva Esperanza fue realizado por un lechón sin apoyo ni dinero llamado George Lucas, un tipo cabezón con una fijación y una voluntad inquebrantable y mucha, muchísima creatividad. Ver los videos de cómo montaron las maquetas, de cómo dieron forma a ese universo de cartón piedra y corcho, de cómo los actores ni sabían ni creían -en algunos casos célebres y nobles- en lo que hacían, para darse cuenta de que aquel George Lucas era cosa seria.


Los estudios no confiaron en él, tuvo que poner dinero de su bolsillo y apenas cobró tres duros, con la condición de que le dejaran quedarse con todos los beneficios del marketing y merchandaisin que generase la película. Hoy es tan Dios que no hay quie tosa sus excentricidades.

Y todo por la epopeya de un chico, Luke Skywalker, un rubito aniñado que iba a cambiar el destino del universo, antes incluso -¿o después?- de miridiclodianos y profecías mesiánicas que no pintaban un carajo en esta película limpia, clara, virginal, potente. Un western espacial donde los disfraces de alienígena son penosos, donde el maquillaje es de celofán, donde las naves son mazacotes de plástico y los trucos se hacen moviendo la cámara adelante o atrás según toque.

Donde las marionetas de gomaespuma y los robots con señor dentro hacen historia, donde un tipo, un canalla chulesco y desgarbado, se convierte en un personaje inmortal y legendario acompañado por su felpudo con patas de dos metros largos.





Donde la diversión inunda la pantalla, donde las princesas llevan ensaimadas en las orejas y sueltan dardos envenenados cuando hablan. Donde un crío aprende lo que es la Fuerza y por sus cojones se zumba una estación espacial entera metiendo un misil por un agujero.

Con un reparto de lujo, pero del de verdad, con sires y todo, con unos chavales cargados de ilusión, con una música vibrante. Con algunos de los mejores diálogos de la historia del cine y con la capacidad impagable de emborracharnos de acción, de emoción, de empatía. Con la capacidad inigualable de convertirse en el fenómeno cultural de fines del siglo XX y de arrastrar consigo todo lo demás.

Dos soles, un planeta destruído, dos droides, uno de ellos no para de hablar, el otro solo pita, un halcón milenario, un villano enorme que hace magia y al que nunca se le ve la cara, su respiración...

¡Lásers, espadas láser! ¡La Fuerza, los Jedi, el Lado Oscuro!



Una enciclopedia del cine de aventuras, un álbum de imágenes icónicas, tenía razón Lucas al nombrar a su primer capítulo, el Episodio IV de la saga, porque de veras que fue Una Nueva Esperanza.




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sábado, 10 de abril de 2010

Especial SW: Episodio III: La Venganza de los Sith.


Ya me lo parecía antes pero ahora, al verlas seguidas, cada vez tengo más claro que salvo algún momento determinado de cada uno de los episodios anteriores, George Lucas se metió a terminar esta saga porque desde el principio tenía esta película en la cabeza.

No hay color con las dos primeras, el Episodio III: La Venganza de los Sith no es un peliculón, pero está rodada con un pulso, una tensión y una vitalidad que parece completamente renovada. Por fin hay algo que contar en la saga, por fin Lucas encuentra el punto que se la pone dura y no escatima esfuerzos en ensalzar por todo lo alto la figura de su gran creación, Darth Vader, culminando como era debido y merecido su transformación en uno de los más carismáticos villanos de la historia del cine.




Sí, pienso que la primera y la segunda las hizo como las hizo porque le corroía la urgencia por llegar al Episodio III. Sí, todo su trabajo de retorno, su inmersión de vuelta en La Guerra de las Galaxias tenía como objetivo narrar ese momento en que el Jedi apasionado que por fin acierta a dibujar Hayden Christensen se pone el casco negro y se convierte en un dios, en un personaje inmortal.

No hay ambajes, no hay medias tintas, en La Venganza de los Sith. Dejamos unos minutos para mostrar la madurez de Skywalker, su relación sectaria y servil con Palpatine y su pesadillas con la muerte de Padme. Dejamos unos instantes para que Obi Wan se divierta y Ewan McGregor se redima, planteemos que los Sith tienen un plan muy chungo y ala, empecemos a matar Jedis, empecemos a atar cabos, lleguemos a donde queremos llegar desde hace treinta años.


La última hora de La Venganza de los Sith no llega a la altura de los Episodios IV y V, pero Dios qué emoción, qué carrusel, qué montaña rusa. Apoyado en la música -de lo mejor- de John Williams, Lucas dirige por fin un ratito de cine brutal, estremecedor, asfixiante.

Dejando a un lado errores, casualidades y vueltas de tuerca refrikis respecto a la coherencia de la saga, dejemos atrás también el CGI, que en esta última entrega es accesorio, centrémonos en cómo La Venganza de los Sith agarrota al fan de a pie de la saga galáctica y le roba el aliento, le pone en su sitio.


Brutal la pelea final, brutal el exterminio, sobrecogedor cada plano de Ian McDiarmid, cada conversación sibilina de su canciller con el tolete de Skywalker, impresionante su dureza, película oscura, ordenador al servicio de la historia. Sencillamente impresionante.


Soy exagerado, puede ser. Pero termina La Venganza de los Sith con un final apabullente, arrebatador, en el punto exacto para que al comenzar el Episodio IV todas las piezas, bueno, casi, encajen. Y sobretodo, termina con la fuerza de la saga en lo más alto.

Lord Vader, levántate.

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Especial SW: Episodio II: El Ataque de los Clones.


Un par de años después de la pifia del Episodio I, George Lucas, metido ya en faena, no podía escaparse de continuar su suicidio cinematográfico -no sabíamos todavía que también pensaba hundir a Indiana Jones-, y nos trajo la continuación de su epopeya con uno de los capítulos a priori más interesante, o al menos más crucial en el devenir de La Guerra de las Galaxias, el origen y estallido de las míticas guerras clon.

Las guerras clon, las guerras clon, tu padre luchó en las guerras clon, las guerras clon para arriba y para abajo... Pues toma guerras clon. El Episodio II: El Ataque de los Clones nos explica cómo y por qué aparecieron los clones de las narices -y qué carajo era un clon, porque en los ochenta no había ovejas duplicadas todavía- y sienta el origen de la guerra que cambiaria la historia. Del cine y de todo, vamos.




Encontramos en El Ataque de los Clones al chaval estúpido y repelente en que se ha convertido Anakin, interpretado por el crío éste que llevará a su espalda siempre la cruz de haber jodido un personaje mítico, al que acompaña y da lecciones de cómo no interpretar un extrañamente chepudo Ewan McGregor en su peor actuación, pelucón incluído, como Obi Wan Kenobi. Los efectos del CGI no sólo están ya superados sino que retiran el colorido infantil del primer episodio por un todo más oscuro, crepuscular, que asemeja un pelo más a la saga original, y duele menos a la vista.


Tiene algunos aciertos, como ese planeta Camino, lluvioso y azul, en el que se fabrican los clones, pero también tremendos fallos, casi todos enfocados a la caracterización de un personaje que precisamente es el que George Lucas debería tener más claro: el de Anakin.

Las escenas del chaval tirándose de un deslizador, la historia de amor peor contada, interpretada y dialogada de la historia, la torpe manera de explicar su conflicto interior... Todo el papel de Hayden Christensen está desaprovechado, se ve esbozado, pero siempre acaba mal.


No hay tantas malas ideas en El Ataque de los Clones como en La Amenaza Fantasma. El regreso de Anakin a Tatooine y su paso al lado oscuro es uno de los grandes momentos de la saga. Sin embargo, sigue notándose que la "perfección" nubla la "calidad" de la primera trilogía.

De nuevo personajes planos, diálogos rutinarios, frío, mucho frío y una total indiferencia emocional, pero al menos El Ataque de los Clones nos regala una película de misterio, casi detectivesca, cine negro en el espacio. De haber continuado esa línea y con un poco de categoría en el resto...


Pero no, al final volvemos al videojuego, abarrotamiento de CGI, de Yoda convertido en Sonic y mucho curro digital en un clímax que no deja de ser emocionante y prepara, casi delinea, lo que veremos en el Episodio III, pero de nuevo, insuficiente.

Me gusta mucho más que su predecesora, pero desde luego, El Ataque de los Clones no es la gran película que tendría que haber sido.

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Especial SW: Episodio I: La Amenza Fantasma.


Voy a empezar aquí un especial sin muchas ganas, sobre las seis películas de Star Wars, porque las he decidido poner por casualidad, mientras hago otras cosas, para que los nombres, las frases y la música que me han acompañado durante toda mi vida lo hagan ahora en este fin de semana tan cargado de trabajo. Y de paso para olvidarme del clásico.


EPISODIO I: LA AMENAZA FANTASMA.

Se acercaba el fin de siglo cuando George Lucas decidió cumplir su amenaza -nunca mejor dicho- y terminar su epopeya galactica aprovechando los avances de la tecnología y de los efectos especiales. Cambió, así, la magia de una gran historia, unos grandes personajes, un gran guión y unos efectos currados pero apenas resultones, por exactamente lo contrario. Y la dictadura del CGI nubló el resto de aspectos de una saga cuya fuerza principal siempre había residido, a mi entender, en su mundo imaginado, en sus habitantes, en sus aventuras, no en si las naves y los planetas molaban más o menos.

Pocos cambiarían el Moss Eisly de cartón piedra del Episodio IV por los escenarios multicolor del Naboo de dibujo animado.



Pero con esa premisa se cumplió la amenaza del fantasma, es decir, que George Lucas tiró de ordenador y se pasó por el forro el resto, nos brindo una gilipollez infantil, indigna incluso del Disney Channel, con una historia, unos personajes y unos escenarios ridículos.

Todavía no consigo entender por qué decidieron que la tecnología involucionara con el paso de los años en el universo Star Wars. Vale que la guerra posterior pudiera haber derruído edificios o destrozado entornos naturales, pero no le veo sentido a que las naves, los droides o los instrumentos de uso contidiano pasaran de la SciFi más puntera a la ferretería interestelar de la trilogía posterior.

Eso es lo de menos, en cambio. El espíritu del ñoño Lucas postpaternidad, postabuelidad, postchocheamiento, no sé, hizo que el origen de Star Wars se situara en un conflicto aduanero que sólo pueden resolver los Jedi, por lo visto, en un sistema planetario puesto patas arriba de golpe y porrazo.


Desde la aparición de dos de los alienígenas más feos y pueriles, tan pobremente diseñados como los tipos de la Confederación de Comercio, ya sabemos que la cinta va a tirar por un camino muy diferente a lo ya visto. Después, los perdidísimos Liam Neeson y Ewan McGregor demuestran no sólo lo difícil de actuar ante el vaío verde de un exceso de pantallas croma sino que la dirección de actores en esta película brilló por su ausencia.

Los diálogos sólo pueden ser o cortos y estúpidos o eternos y confusos, no hay punto medio. Ausencia absoluta de chispa, de gracia, de la ironía acostumbrada que acercaba este universo a un público terráqueo. Las actuaciones zozobran en cada mirada, perdida, intensa hasta el ridículo de unos actores que no se creen lo que están haciendo.


Impagable la escena en que la madre de Anakin le explica a Qui Gon Jin lo del nacimiento del chico. Su cara de verguenza, la del Jedi pensando Puta... So zorrón... No me cuentes milongas, lo que pasa es que no te acuerdas... Tampoco entiendo la necesidad de virginizar el nacimiento de Anakin, nadie se ha preguntado nunca quienes eran los padres de Obi Wan o Yoda. Igual los Jedi nacen por esporas en general...

Todo el rollo midicloriano, ese fétido pueblo Naboo, la piedra que Lucas se colgó del cuello inventando a Jar Jar Binks... Él solito se tiró al pozo. Nada que rescatar del Episodio I, sólo resaltable porque supuso un efecto mundial sin parangón de expectativas ante el estreno de una película.

Aún recuerdo la emoción cuando volví a escuchar esas fanfarrias en mi butaca. Contuve a duras penas las lágrimas. La Guerra de las Galaxias volvía.


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sábado, 3 de abril de 2010

Llega Resident Evil: Afterlife.


Como el rizo que riza todo lo rizable, después de darle mil vueltas a una saga que no daba más de sí desde hacía tiempo y tras perpetrar una tercera parte sólo ligeramente peor que la segunda, llega a las pantallas el próximo 10 de septiembre Resident Evil 4, apodado Afterlife.



A mí, fan fanático y friki frikérrimo de los videojuegos en los que se basa esta franquicia, una vez perdida toda esperanza de fidelización o dignificación del mítico Resident Evil a través del cine, sólo me queda decir que mientras sigan saliendo Milla Jovovich y Ali Larter -ay, omá qué rica- seguiré viéndolas, eso sí, como algo extraño, ajeno, a mi adorado entretenimiento consolero.


En esta ocasión, después de una tercera parte que pasó tan sin pena ni gloria que apenas recuerdo, Alice y sus compañeros seguirán pateando los USA en busca de un lugar seguro donde plantar el campamento. Un antiguo conocido les hará creer que en Los Ángeles estarán a salvo, y allí viajan para darse cuenta de...



Infectados, Zombieland... Resident Evil: Afterlife es la siguiente película de zombies que cuenta la misma historia, vamos pa' allá que allí fijo que no hay zombies, y ya como que cansa un poco esta degeneración clónica de las películas de muertos vivientes.

Se ve que a los guionistas ya no les vale la pena ni molestarse en copiar lo bueno.



En fin, seguiremos disfrutando Resident Evil en la consola o en sus largo de animación y de vez en cuando echaremos un vistazo a esta saga cinematográfica decadente e insultante que para colmo afirma encontrarse al comienzo de una nueva trilogía...


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Nuevo y enésimo avance de Splice


Lo de esta película es el cuento de nunca acabar. Casi desde que pusimos en marcha este blog llevamos siguiendo Splice como una prometedora cinta de ciencia ficción, al estilo de Species o similar, apadrinada por Guillermo del Toro y dirigida por Vincenzo Natali, el mismo al que debemos agradacerle la magnífica Cube.

Además, Splice, protagonizada por Adrien Brody y Sarah Polley, cuenta una historia que mola, la de un grupo de científicos que por su afán de notoriedad y trascendencia -de eso van sólo los científicos en la literatura o el cine, ¿no es así?- meten la mano donde no deben en un peligroso experimento y en lugar de inventar la nueva cocacola crean un ser alienígeno-genético-raro que toma este aspecto tan curiosete.


Esta criatura se llama Dren y es el resultado de mezclar ADN humano con animal, vamos, una forma sofisticada y desde luego mucho más aburrida de zoofilia, que no puede traer nada bueno.

La película lleva terminada, en teoría, más años que el acueducto pero entre pitos y flautas ha dado más vueltas que una peonza y su fecha de estreno se ha convertido en algo así como una utopía.


Mientras parece que el próximo 4 de julio será por fin el gran día, nos muestran un nuevo tráiler que no tiene mala pinta. Aquí lo puedes ver:

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